Lo peor será el crimen. (Arena Pública)



López Obrador no entiende qué apoyar a empresas es conservar empleos, y que lo segundo es un colchón que evita optar por la criminalidad.


El masivo desempleo y la caída de los ingresos originada en la crisis de 1995, trajo consigo una explosión del crimen en México.
El masivo desempleo y la caída de los ingresos originada en la crisis de 1995, trajo consigo una explosión del crimen en México.
El desplome económico será tan brutal como la crisis sanitaria aún por estallar con fuerza.
La administración de Andrés Manuel López Obrador ha preparado el terreno para tener lo peor de todos los mundos. La pandemia global llegó en el peor momento para México: bajo la presidencia de un hombre a la par soberbio e inepto. AMLO es un hombre que ha mostrado una obsesión patológica por ser una figura histórica. La estrategia es clara tras 16 meses de gobierno: destruir para posteriormente (en una forma improvisada) buscar construir.
Ante los grandes problemas nacionales, el tabasqueño llegó a Palacio Nacional, tras 14 años de larga travesía, con una serie de diagnósticos claros y equivocados. Cada diagnóstico traía consigo una solución, simple, fácilmente entendible por las masas, e igualmente errónea.
Lo destruido se quedaba en ruinas ante la improvisación (fracasada) de construir. Al ciclo de destrucción-errores, vino aparejada otra obsesión histórica, hoy por completo anacrónica: resucitar al petróleo como tótem de la soberanía nacional y pensar que además podía transformarse en una palanca de desarrollo económico.

Un sistema de salud pública derruido
Los embates contra el sistema de salud pública tuvieron tres causas, muchas que se repetirían en otras partes del sector público: las acusaciones de corrupción, los afanes de ahorro y el imperativo histórico de presentar algo nuevo. La promesa obradorista había sido reiterada a lo largo de sus campañas: un sistema de salud tipo escandinavo (o canadiense), en que todo (servicios médicos y medicinas) sería gratuito para todos. El gran misterio era cómo iba a financiar ese titánico y carísimo aparato que ofrecía con tanto desparpajo.
La primera etapa, la destrucción, fue rápida, con personal despedido y concursos para la adquisición de medicamentos cancelados. Laboratorios pasaron a ser señalados como nidos de corruptelas, por supuesto con las investigaciones y denuncias formales brillando por su ausencia. A lo largo de toda la administración inició la constante de medicinas que escaseaban y tratamientos cancelados, en ocasiones con el gobierno presumiendo que había reparado algo del estropicio causado.
La construcción improvisada llegó a fines de 2019, con otra destrucción previa, la del Seguro Popular, y la creación del Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), que arrancó formalmente con el año 2020. Con el INSABI quedó resuelto el misterio: a AMLO le bastaba que la ley dijera que todo sería gratis para todos (excepción hecha de enfermedades y tratamientos excepcionalmente caros y antes cubiertos por el Seguro Popular). Era el sistema escandinavo construido sobre un pedazo de papel, sobre las ruinas de lo destruido. Es sobre estos escombros que llega el huracán del Covid-19.

El ruinoso “rescate” de Pemex
El 31 de marzo el precio del petróleo mexicano se ubicó en 10.76 dólares el barril, un precio que hace que casi todos los campos mexicanos pierdan dinero al producir crudo.
El presidente López Obrador ha argumentado en semanas recientes que dicho desplome le dio la razón a su estrategia: es imperativo producir más y refinar más. El razonamiento (es un decir) detrás de la lógica al parecer es el siguiente: a ese precio no conviene exportar, por lo que mejor que se refine en México, por lo que es necesario aumentar la capacidad de refinación, tanto de las seis refinerías existentes como seguir con Dos Bocas.
Por ello Pemex sigue con la estrategia de tirar dinero por una coladera, con la única salvedad de que la coladera se ha hecho mucho más grande. Las pérdidas astronómicas de 2019 serán fácilmente superadas en 2020.
Al inmenso agujero fiscal por la brutal contracción económica, se agregará el imperativo de rescatar a Pemex (lo ya hecho en 2019, pero en una magnitud mayor). Cuando la empresa pierda el grado de inversión (es un hecho, solo falta la fecha, que no está lejana), la salida de capitales será importante, y con ella (mayor) presión sobre el peso y la economía.
AMLO apostó muchas de sus fichas al petróleo, en una estrategia que en la mejor de las circunstancias parecía suicida, dada la ineficiencia de la paraestatal, su corrupción, y las pérdidas astronómicas en refinación. No solo perderá esas fichas, sino que tendrá que poner muchas más para cumplir con lo que siempre fue un caro sueño guajiro, y cuyo precio se ha elevado dramáticamente en semanas recientes.

Hundimiento económico trae explosión de crimen
La única certeza es que la recesión económica será brutal, alimentada por un gobierno que se rehúsa a implementar una política fiscal mucho más expansiva, a diferencia de otras naciones. El Banco de México bien puede apelar a una política monetaria expansiva e incluso heterodoxa. Pero, aunque lo hiciera, no sería suficiente. Ya hay estimaciones que apuntan a una contracción de 7.0% del PIB, lo que sería la más grave desde 1932. Estos pronósticos bien pueden resultar optimistas.
Esto es, sería una contracción peor que la registrada en 1995, cuando el producto nacional cayó 6.3%. Y lo que ocurrió entonces fue que el masivo desempleo y caída de los ingresos trajo consigo, literalmente en semanas, una explosión del crimen. Fue el inicio de la criminalidad que, un cuarto de siglo más tarde, continúa.
Pero el gobierno obradorista añade, de nuevo, la destrucción previa. El aparato de seguridad estaba lejos de ser perfecto, pero ha sido debilitado (y reiteradamente humillado) por el Presidente. La estrategia de “abrazos, no balazos” muestra de nuevo esa estrategia errónea producto del diagnóstico equivocado.
Pero la pauperización rápida sí trae aumentos igualmente veloces en el crimen, porque no deja más remedio a muchos. Sin duda será el caso en muchos países, pero con fuerzas de seguridad más sólidas, lo mismo que sistemas judiciales.
López Obrador no entiende que apoyar a empresas es conservar empleos, y que lo segundo es un colchón que evita optar por la criminalidad. Esto además de que grupos criminales ya establecidos enfrentan la presión de también encontrar ingresos en una crisis. El que extorsionaba hoy se enfrenta a negocios cerrados o aquellos que robaban tienen sus movimientos acotados por la emergencia sanitaria, dos entre muchos ejemplos.
La explosión que será la emergencia sanitaria será terrible en su dimensión humana, con un gobierno que mostró una singular complacencia por semanas. El hundimiento económico no tendrá paralelo excepto si se compara con la Gran Depresión. El estallido del crimen será peor.

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