Las numerosas señales de ansia de poder y dinero, y la desesperación por evitar un cataclismo fiscal ante el colapso económico, abren una incógnita preocupante.
Andrés Manuel López Obrador nunca ha mostrado ambición por el dinero.
No es que haya sido ese monje franciscano que tanto le gusta presumir. Es evidente que por muchos años tuvo un nivel de vida muy superior al que decía (sus famosos 200 pesos en la cartera), pero nunca ha mostrado un afán de acaparar bienes materiales. Ello no lo hace menos mentiroso, hipócrita o cínico, pero lo coloca en otra clase, distinto del político corrupto tradicional, acumulador de riqueza y ostentoso en su despliegue.
La ambición obradorista es otra: lo que busca es poder, el máximo posible. Lo busca con la certeza del mesiánico que cree que lo necesita para hacer todo lo que considera necesario, sin obstáculos o límites. Ya como Presidente de la República, no le es suficiente el que tiene, sino que pretende arrogarse más. Y como parte de ello, ahí sí, cobra gran importancia el dinero.
Porque el dinero, o más bien su uso, da poder. Igual se compran voluntades que se pagan favores, y por supuesto se ganan clientes electorales a lo que se cobrará en el futuro con sus apoyos y votos. Para un hombre con obsesiones históricas, el dinero proporciona los medios para financiar sus prioridades. Para un narcisista, añade el sentirse en el centro de todas las cosas. El tener recursos para canalizarlos con discreción es, por ello, medio y fin.
Legalizando el auto-saqueo
En estos días se ve a un Presidente avorazado por el dinero, cuando en realidad es un político ansioso de (más) poder. Es el juego de AMLO cuando busca, para efectos prácticos, manejar el presupuesto federal a su antojo. No sería algo nuevo, porque es lo que ha hecho desde que tomó posesión, contando con la sumisión de un Poder Legislativo que no ejerce como freno o contrapeso. Pero ahora busca hacerlo legalmente, pasar del de facto al de jure.
La modificación propuesta a la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria (LFPRH) permitiría a la Secretaría de Hacienda, en caso de una emergencia económica, reasignar el presupuesto con absoluta discrecionalidad, “para destinarlos a mantener la ejecución de los proyectos y acciones prioritarias de la Administración Pública Federal”.
Puede argumentarse que definir qué es una “emergencia económica” no es algo sencillo, pero también puede suponerse que una definición es irrelevante, aparte de que actualmente se vive una emergencia sin duda alguna.
Esto es, permitir que AMLO (por medio de Hacienda) haga y deshaga con el presupuesto, ahora con total discrecionalidad en la legalidad. El listado de proyectos prioritarios es claro, puesto que ya fueron publicados el 23 de abril en un peculiar Decreto en el Diario Oficial de la Federación conteniendo una serie de recortes presupuestales, incluyendo salarios de funcionarios públicos, y el listado de 38 proyectos, destacando entre ellos la producción petrolera, la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el Aeropuerto de Santa Lucía.
Esto es, se garantiza que los elefantes blancos del Presidente gozarán de cabal salud a pesar de la crisis. Para todos aquellos que deseaban ver cancelarse Dos Bocas, por ejemplo, el Decreto es una respuesta contundente sobre las prioridades presidenciales. López Obrador tendrá el dinero, y el poder, para seguir con sus caprichos.
Fuente: Diario Oficial de la Federación.
Es de suponerse que AMLO recibe toda la información relevante que le muestra que los ingresos públicos se están desplomando tan rápido como el empleo. Al mismo tiempo, la caída en los precios del petróleo tampoco augura nada bueno para Petróleos Mexicanos. Son abismos, el presupuesto federal y Pemex, que se están abriendo, y que requerirán de una cantidad de dinero que la administración simplemente no tiene a la mano.
La modificación de la LFPRH permitirá encontrar algunos recursos. Es de suponerse que los agujeros que se abrirán para cerrar otros no tendrán importancia para el inquilino de Palacio Nacional, como no la tuvo en su momento dejar a niños con cáncer sin medicamentos, a mujeres trabajadoras sin estancias infantiles o pobres sin comedores comunitarios.
Buscando más dinero
Porque además siempre está la probada fórmula obradorista de decir que un programa es corrupto y cancelarlo, para quedarse con los recursos. La lucha contra la corrupción puede ser ficticia, pero sí ha servido para allegarse dinero.
Otro mecanismo también probado es recortar salarios (agregando a las reducciones aplicadas en el principio del sexenio) y aguinaldos. En ello AMLO muestra una peculiar ingratitud para aquellos que le sirven directamente como funcionarios, pero, como con niños, mujeres y hambrientos, con esos pobres a los que ofreció que irían primero, la empatía es algo que brilla por su ausencia.
Con tal de evitar un mayor déficit fiscal y endeudamiento público, otra señal del avorazamiento (y desesperación) presidencial se mostró en la exigencia del pago de impuestos que grandes empresas “deben” a Hacienda (y que no son deudas, sino litigios) y el saqueo de todos los Fideicomisos que pueden liquidarse o extinguirse sin problemas, así y ese dinero después haga falta.
A ello es importante añadir la (ahora ya olvidada) solicitud presidencial de que Banco de México le “adelantara” al gobierno el remanente de operación de 2020, pero que debe pagarse en abril 2021. El banco central tuvo que informarle que legalmente no se puede “adelantar” algo que no se sabe si existirá, puesto que el peso puede apreciarse en el resto del año (si bien ello es improbable).
Lo único que queda por esperar es que el Presidente, rencoroso por naturaleza, no se desquite posteriormente con el banco central.
Las numerosas señales de ansia de poder y dinero, y la desesperación por evitar un cataclismo fiscal ante el colapso económico, abren una incógnita preocupante. ¿Qué nuevas ocurrencias tendrá el Presidente para encontrar ese dinero que ya no llegará a las arcas gubernamentales por la brutal crisis?
Lo que no puede esperarse es la menor sensatez económica o financiera por parte de un hombre que lo que busca es acumular el mayor poder posible en sus manos.
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