Pemex, el Titanic presidencial. (El Financiero)


Pemex era una empresa moribunda; el peor Presidente del México moderno le dio el tiro de gracia. Ayer la empresa anunció que perdió 562 mil 250 millones de pesos. Si se suman las pérdidas de 2019, el resultado es 1 billón 220 mil 380 millones de pesos. Esta cifra es equivalente al 5.0% del PIB del año 2019, o sería suficiente para cubrir un salario mínimo diario (sábados y domingo incluidos) a 110 millones de personas durante tres meses.
Andrés Manuel López Obrador se proclama como “guardián del dinero”. En un país con instituciones democráticas funcionales, ya enfrentaría un juicio político por saqueo a la nación. No hay más responsable que su persona del desastre que es la principal empresa de México, con su obsesión por una soberanía nacional digna del nacionalismo más rancio de 1975. Pero quizá es ser injustos, es probable que un Luis Echeverría o un José López Portillo habrían mostrado mayor inteligencia ante el desastre, y habrían dado marcha atrás. Lo de AMLO no es soberanía nacional, es soberbia personal conjuntada con necedad.
AMLO es el capitán del Titanic, pero uno al que se ha avisado con tiempo que hay un gigantesco témpano de hielo en la ruta que ha trazado. La respuesta ha sido que es preciso acelerar la velocidad al máximo posible, porque estrellarse no tendrá consecuencias. Al contrario, dará mayor fortaleza al barco. El dinero se pierde a raudales a través del casco perforado.
Mientras tanto, el desplome económico del COVID-19 se profundiza. Arrogante, inmune a cualquier entendimiento de las consecuencias para millones, el inquilino de Palacio Nacional proclama que no ayudará a las grandes o medianas empresas del país, mientras que alegremente tira a la basura un promedio de 2 mil 793 millones de pesos cada día en la mayor empresa del país. Esto al tiempo que malgasta más recursos en construir otros elefantes blancos, destacadamente la refinería de Dos Bocas, que con suerte no producirá un solo barril de gasolina en todo el sexenio (dado que implicaría perder más dinero).
AMLO no se cansa de decir que no hará otro Fobaproa en tanto alimenta uno todavía más grave. El rescate bancario tuvo el objetivo (y la virtud) de salvar los recursos de todos los ahorradores del sistema bancario nacional. El tabasqueño rescata a una empresa que pierde dinero con un producto que en semanas recientes incluso registró precios negativos.
La ironía es que ello fuerza a López Obrador a, desesperado, buscar dinero en el resto del presupuesto del Gobierno Federal, por ejemplo, saqueando Fideicomisos, o recortando en forma ilegal e injusta los salarios de aquellos funcionarios que sirven en su propio gobierno, aparte de quedarse con su aguinaldo. Con su sostén garantizado en Palacio Nacional, manejando con discrecionalidad los dineros de la Nación, a AMLO le es indiferente recortar sus ingresos, mientras inflige sufrimiento a decenas de miles de familias. Una vez más, como con los niños con cáncer a los que quitó medicinas, a las madres que privó de estancias infantiles o a los hambrientos que dejó sin comedores comunitarios, el sociópata actúa con frialdad con tal de obtener dinero para sus proyectos consentidos.
Con esa insensibilidad, el capitán del Titanic que es México es testigo del hundimiento que está provocado su irresponsabilidad. En todo caso, abordará con tranquilidad un bote salvavidas en tanto culpa a otros del desastre, dejando atrás y en la miseria a los millones que juró servir.

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