Fuerza inmoral. (El Financiero)

Una fuerza inmoral recorre México desde fines de 2018. Igual destruye vidas que deja enfermos sin atender, destacadamente niños sin quimioterapias, mujeres violentadas sin refugios, madres carentes de estancias infantiles, funcionarios federales sin empleo o hambrientos con comedores comunitarios cerrados. Con la misma convicción basada en un diagnóstico erróneo, abre los brazos a las mafias criminales, desatando (más) muertes, secuestros y extorsión. El daño es brutal, primero para los pobres.
Hoy esa fuerza inmoral entra en una nueva faceta: impulsa una política económica que ahondará la recesión en la que (sin duda) caerá México en 2020. Es el momento de las soluciones radicales, ya probadas en 2008-09: una fortísima inyección de gasto público que compense algo, que no puede todo, el desplome. Ese dinero se obtiene aumentando el déficit en forma notable, y se financia con endeudamiento masivo. Es lo que ya entendieron muchos los gobernantes, que están abriendo la llave del gasto como bomberos ante un incendio —que es lo que está sucediendo. No es cuestión de ideología, es pragmatismo basado en lo que se aprendió en un pasado no lejano.


Pero Andrés Manuel López Obrador persiste en las ideas que asimiló como joven adulto, entre las décadas de 1970 y 1980. De ahí derivó lecciones que no cambia, a pesar de que el entorno nacional e internacional hace mucho que se modificó. La primera noción que adquirió como joven en Tabasco, y como otro López de triste memoria (José López Portillo), es ver al petróleo como una palanca de desarrollo. Por ello la orden de seguir produciendo, y refinando, a toda costa, literalmente cueste lo que cueste.
El crudo mexicano cerró ayer a 17.70 dólares el barril. Ya el Presidente declaró, con ese aplomo habitual con el que demuestra su mezcla de soberbia e ignorancia, que hay campos que producen el chapopote a cuatro dólares el barril. Alguien debería de explicarle la diferencia entre el número de ciertos campos, el costo de otros (muchísimo mayor) y el promedio de todos.
López Portillo apostó al petróleo y perdió en el quinto año de su gobierno. Como mantuvo la apuesta, hundió al país en el sexto. AMLO ya perdió con menos de 16 meses en Palacio Nacional, y es imposible saber hasta dónde podrá llevar su empecinamiento. De entrada, se avizora una reducción a la calificación crediticia de Pemex, llevándola a nivel basura, y causando una fuerte venta de bonos de la paraestatal. Y como el gobierno tendrá que rescatar a la empresa, igual y su deuda también acaba clasificada como basura.
La segunda idea fija que ahora impulsa ese huracán inmoral categoría 5 es el rechazo al déficit público y la deuda. Sin duda algo encomiable en tiempos normales, que dejaron de serlo en semanas recientes. AMLO es un conservador fiscal, que incluso ha dicho que ante la emergencia el gobierno debería “apretarse el cinturón”, para evitar que aumenta la relación deuda/PIB (reducir esa cifra es otra de sus obsesiones).
La ironía es que AMLO hoy enfrenta una coyuntura similar a la de Felipe Calderón, al que criticó por aumentar la deuda, así como un colapso petrolero como el que llevó a Enrique Peña Nieto a, también, aumentar el endeudamiento público. Pero hoy al frente de las finanzas nacionales no está Agustín Carstens, tampoco Luis Videgaray, sino el propio AMLO, con un funcionario capaz, pero maniatado que oficialmente funge como titular de SHCP.
La fuerza inmoral aumenta su potencia, y el daño será brutal.

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