El estilo personal de gobernar de AMLO. (Arena Pública)



La convicción del Presidente de que está en lo correcto lleva a que los choques con la realidad pocas veces tengan consecuencias, y ello es lo más preocupante.

El presidente Andrés Manuel López Obrador dirige cada mañana una conferencia de prensa en Palacio Nacional. Aquí en enero de 2019. (Foto: lopezobrador.org.mx)
El presidente Andrés Manuel López Obrador dirige cada mañana una conferencia de prensa en Palacio Nacional. Aquí en enero de 2019. (Foto: lopezobrador.org.mx)
Catorce meses proporcionan abundante material para juzgar el estilo personal de gobernar de la persona que lleva la batuta pública.
En el caso de Andrés Manuel López Obrador, muestran a un hombre que vive constantemente una realidad alterna, con ideas tan firmes como equivocadas. El que presumió que aspiraba a ser el mejor Presidente en la historia de México bien puede lograrlo, pero en su imaginación.
El Presidente tiene una visión clara de aquello que debe hacerse, y así está actuando. La convicción de que está en lo correcto lleva a que los choques con la realidad pocas veces tengan consecuencias, y ello es lo más preocupante.

1. Se anuncia una política o acción histórica
El Presidente anuncia una decisión histórica, transformacional, que muestra a su gobierno en marcha. Es algo muchas veces inusitado, que rompe con el pasado o marca un parteaguas. Nada como algo radical para mostrar a la Cuarta Transformación en su progreso.
Un ejemplo reciente y destacado es el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI).
Un trascendente paso es dado con firmeza: todo mexicano sin seguridad social podría acceder a los servicios del flamante Instituto. Todo, hasta los padecimientos llamados catastróficos, serían incluidos. Atención médica, tratamientos y medicinas por completo gratis. Nada de afiliaciones o pagos, solo sería necesario mostrar la CURP o Acta de Nacimiento, para evitar que se cuelen extranjeros al paraíso de salud mexicano. Realmente impresionante porque de la aprobación de las legislaciones correspondientes al arranque del INSABI solo se necesitaron menos de cinco semanas. Con su inicio, López Obrador puede decir que un compromiso que ofreció ha sido cumplido.
AMLO hace historia ante un México atónito.

2. Algo no funciona… pero el Presidente insiste que sí
Pero muy pronto inician los problemas. Se empieza a acumular evidencia de que no todo está marchando como se había anunciado con bombo y platillo. Ocurre que el INSABI no funciona como lo había anunciado el Presidente, de hecho con algunos requerimientos de pagos que antes no existían (o eran considerablemente menores con el Seguro Popular), aparte de la carencia de medicinas.
O la “guerra” contra el huachicol empieza a producir desabasto de gasolina, el crecimiento económico es mucho menor que el prometido, la producción de Pemex no repunta como se había planeado, o el número de homicidios en el país mantiene una tendencia al alza en lugar de disminuir a pesar de la nueva estrategia de seguridad.
El Presidente muestra total aplomo ante semejantes noticias. No es cierto, todo está bien, funcionando como se esperaba. En ocasiones presenta la famosa frase: “tengo otros datos”. En otras critica a los expertos, alegando que en realidad no saben. Mucho se resumen en otra frase habitual “no es ciencia”.

3. Hay un problema… pero la culpa es de otros
Ante la creciente y reiterada evidencia, López Obrador acepta finalmente que, sí, hay un problema, como es el desabasto de medicinas, gasolinas, o los cobros indebidos en el INSABI. Pero es que no es su culpa, sino de funcionarios corruptos de la era del neoliberalismo. Anuncia entonces que se “investiga” lo que está sucediendo, y en ocasiones incluso acusa directamente a ciertas personas. En la mañanera correspondiente puede aparecer a su lado algún funcionario que igualmente confirma que se “investiga”, y de paso nombra a ciertas personas.
Lo que sigue a continuación tiene tres posibles desenlaces como parte del “ciclo” obradorista o del estilo personal de gobernar.

4A. Funcionará, pero hace falta tiempo
El Presidente acepta que aquello que se ofreció no está funcionando, pero alega que lo que necesita es más tiempo. Con frecuencia anuncia el plazo que requiere para que ello suceda… y cuando no ocurre entonces vuelve a pedir otro plazo. Destacadamente, por lo menos en tres ocasiones ha solicitado tiempo para que funciona la estrategia contra la inseguridad (aquella que iba a eliminar la inseguridad apenas y se ciñera la banda presidencial).

4B. Cambio de narrativa (movimiento de porterías)
En forma repentina, el Presidente altera lo ofrecido por otra cosa que, si bien en apariencia se asemeja, dista de ser lo mismo. Y lo hace para decir que está cumpliendo o que ha cumplido. Durante los largos años de campaña se cansó de ofrecer que bajaría el precio de la gasolina. De ahí pasó a prometer que el precio de la gasolina no aumentaría en términos reales (esto es, sí aumentaría, pero lo mismo que la inflación), para finalmente terminar en que el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) a la gasolina no aumentaría en términos reales (esto es, entonces pudiendo aumentar el impuesto junto con la inflación).
Otro ejemplo, más notable, es el del crecimiento económico. Durante sus campañas no se cansó de criticar (con toda razón) el bajo crecimiento económico, tildándolo (también con razón) de insuficiente. En su Plan Nacional de Desarrollo ofreció, de hecho, 4.0% de crecimiento promedio en el sexenio, y 6.0% en 2024.
Cuando fue evidente que la economía crecería alrededor de cero en 2019, la tonada cambió por completo: lo importante no es el crecimiento, sino el desarrollo y, argumentó, desarrollo es redistribuir la riqueza favoreciendo a los pobres. Y como eso era lo que estaba haciendo (sin datos para sustentarlo, puesto que no existen), entonces la cifra de crecimiento es irrelevante. Así, un rotundo éxito en lugar del fracaso.

4C. Declarar victoria
La tercera opción es simple: declarar el problema resuelto. Como le aconsejaron a Lyndon B. Johnson durante la Guerra de Vietnam: “declare victoria y saque a las tropas”. Así lo hizo López Obrador, destacadamente, con el huachicol: el problema se había resuelto en 94%. Así, simple, al cabo de pocos días de declarada la “guerra”. Transformar crecimiento en un incomprobable desarrollo también es otro ejemplo.
En el caso de que la evidencia muestre la patente falsedad (como en el caso del huachicol), López Obrador regresa al punto 3: la culpa es de otros.

Sin rectificar
El estilo personal de gobernar de AMLO encierra una grave consecuencia: como la estrategia si funciona (o funcionará), y si no lo hace es por culpa de otros, entonces el Presidente no tiene la necesidad de rectificar. Es el cierre del ciclo de alguien con una inusual soberbia intelectual.
Por ello, decisiones como la cancelación del NAIM, el cierre del sector petrolero a la inversión privada, nacional y extranjera, o la estrategia de inseguridad se mantendrán. Lo que México experimentó durante 2019 se mantendrá hasta 2024, con todas las consecuencias negativas que ello implica. Porque si algo implica ese estilo personal es que el Presidente es infalible, y el primero en creerlo es el propio López Obrador.

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