Trump a la ofensiva y ofensivo: es electoral, no comercial (Arena Pública)

03-06-2019 09:33 
 
Hay que olvidarse de acelerar la aprobación del T-MEC por parte del Senado, tal y como se planeaba hacer hasta la semana pasada. 


El gobierno mexicano deberá prepararse para un Trump a la ofensiva a la par que ofensivo en un sentido literal hasta noviembre de 2020.
El gobierno mexicano deberá prepararse para un Trump a la ofensiva a la par que ofensivo en un sentido literal hasta noviembre de 2020.
Hay guerra entre Estados Unidos y México. No es territorial, la ofensiva formal tiene lugar en el ámbito comercial, pero realmente es electoral.
La serie de tuits de Donald Trump representan la ofensiva por parte de un Presidente con problemas en el ámbito doméstico. Muestran, además, al analfabeto económico que sigue sin entender los enormes costos del proteccionismo, quien sigue creyendo que un déficit comercial muestra a un “perdedor”.
Ante sus conflictos internos, el inquilino de la Casa Blanca recurre a crear un enemigo externo. De nuevo es México. Le funcionó de maravilla en su campaña presidencial, y apela de nuevo a esa fórmula probada y exitosa. Nada como tocar la cuerda xenófoba y racista entre sus votantes para enardecerlos. Ya no habla tanto de ese Muro que no puede construir, pero el tema central sigue siendo la migración ilegal.
El golpe inesperado… y una respuesta rápida
El principal negociador comercial de México, Jesús Seade, sin duda uno de los mejores economistas en el gobierno federal, festejaba con razón la cancelación de los aranceles al acero y aluminio mexicanos (y de Canadá), así como el arranque de una nueva etapa en la ratificación del acuerdo comercial entre los tres países. Esto apenas el jueves por la tarde:


El cañonazo de Trump llegó menos de una hora más tarde: la declaración de una guerra comercial que iniciaría formalmente menos de dos semanas después:


La carta de respuesta del presidente López Obrador tuvo varias virtudes: rapidez, un tono generalmente positivo, y ofrecimiento inmediato de negociación, excluyendo de entrada represalias comerciales. Una redacción farragosa y ciertos comentarios innecesarios (como la crítica a la noción trumpiana de “América Primero”) no restan de una sustancia sólida.



Dos monólogos vía Twitter
El problema es que Trump no quiere paz, menos negociaciones: quiere lucirse ante su electorado en un partido en que México no puede ganar, porque es el propio neoyorkino el que determina si se cumplió o no lo que demanda (la respuesta es sencilla: nunca).
Los Presidentes sostienen vía Twitter dos monólogos, en que López Obrador presenta una postura que al estadounidense no le interesa siquiera explorar. Al contrario, el ninguneo a las futuras negociaciones es evidente. Todo parece indicar que el equipo mexicano va a Washington a cumplir con un objetivo: “que por nosotros no quede”.


López Obrador mantiene la fachada amistosa. No entiende, o no quiere entender, que es una respuesta inútil.


Es simple, y devastador: los aranceles y las otras medidas anunciadas por el habitante de la Casa Blanca pueden ser la primera ofensiva de una guerra que durará hasta el martes 3 de noviembre de 2020, cuando Trump será reelecto o derrotado (asumiendo que no es defenestrado antes por el Congreso, pero ello es poco probable). La administración obradorista tendrá que lidiar con esa nube negra en el horizonte por 17 meses.

Historia de 2016-17 se repite, pero peor
Esto es, algo parecido a lo que debió enfrentar Enrique Peña Nietodurante 2016-17, pero desde una posición de mayor debilidad. Peña enfrentó a un pre-candidato que poco a poco cobró fuerza, mientras que AMLO tendrá que lidiar con un Presidente que lucha desde una posición de inmenso poder y cuya ambición es ser reelecto.
Trump, ya como candidato republicano, pudo ser convencido de viajar a México y encontrarse con EPN en Los Pinos. Al fin y al cabo le daba cierta estatura de estadista internacional que mucho necesitaba en ese momento. Resultó una apuesta fallida por parte de Peña, pero una jugada que valió la pena intentar.
Las reuniones cara a cara pueden hacer una diferencia, aunque generalmente todo debe estar planchado de antemano. En este caso ni siquiera eso puede esperarse. AMLO no tiene interés alguno en viajar fuera de México, Trump no lo tiene en verlo en ninguna parte. Quizá la reunión del G20 que tendrá lugar en Osaka (Japón) a fines de junio habría sido el tiempo y lugar para una reunión bilateral, pero ya López Obrador dijo que no piensa ir.
El gobierno mexicano deberá prepararse para un Trump a la ofensiva a la par que ofensivo en un sentido literal. El enorme daño que los aranceles pueden provocar a productores y consumidores estadounidenses es significativo. México puede agregar presión con aranceles a productos seleccionados que empujen a ciertos legisladores republicanos a presionar a Trump.
Esto es, hay fuertes posibilidades de que el Presidente estadounidense cancele su guerra comercial, pero si ello ocurre será por el costo y las presiones internas. Lo que López Obrador debe abandonar es la retórica del amigo y la mano extendida, no servirán con una persona que gusta en burlarse de sus adversarios, sobre todo cuando tiene una posición dominante (una actitud que AMLO adopta con frecuencia ante sus rivales mexicanos). La carta inicial de respuesta fue adecuada, mantener esa actitud llevaría a que quede como un timorato, ante los ojos de Trump y sobre todo de los mexicanos.
Además, por supuesto, hay que olvidarse de acelerar la aprobación del T-MEC por parte del Senado, tal y como se planeaba hacer hasta la semana pasada. Dicha aprobación ante una ofensiva comercial (y ofensas personales) abonaría a una imagen de que el gobierno mexicano se pone de tapete ante Donald Trump.

@econokafka

0 Comentarios