“Por el bien de todos, primero los pobres”. Ese fue lema de campaña. Dado el brutal golpeteo al que muchos están siendo sometidos, hoy parece una burla. Están siendo los primeros, pero en ser lastimados por la llamada austeridad.
Porque son los usuarios del Seguro Popular, IMSS o ISSSTE. Son aquellos cuya salud o vida depende de una medicina, atención médica o tratamiento que hoy ha sido restringido, y que carecen de recursos para ir a un doctor, farmacia o clínica privadas. Lo que para una familia clasemediera representa un costo inesperado, pero que puede afrontar, para un pobre es una sentencia a una peor calidad de vida o vida más corta.
El sistema público de salud es un formidable redistribuidor de la riqueza: aquellos con elevados salarios son formales, contribuyen mucho al IMSS, pero no lo usan; los pobres formales aportan menos, pero lo utilizan. El Seguro Popular es subsidiado considerablemente con los impuestos de todos. El saqueo al Estado encabezado por el propio gobierno en busca de recursos para sus prioridades, entre ellas una refinería y un tren que costarán millones y perderán todavía más dinero cuando operen, está rompiendo esa redistribución.
No habrá cifras de muertos y dañados, en parte por la atroz invisibilidad que caracteriza a los pobres. No habrá una estadística de niños o adultos que fallecieron por falta de quimioterapias, retrovirales o de una operación postergada, como tampoco por una atención médica que dejó de otorgarse. Tampoco de las personas que habrían recuperado su salud en lugar de seguir enfermos, menos de los sacrificios en los que una familia tuvo que incurrir para pagar una medicina o consulta. El recorte indiscriminado, como los pagos a pasantes y el despido de trabajadores sin base sindical (esenciales para la operación del sistema) resquebraja lo que de por sí era un equilibrio precario.
El daño a los que menos tienen será una de las paradojas más crueles del obradorismo. Regresar a un sistema educativo complaciente con un sindicalismo voraz e inepto llevará a que millones de niños sigan hundidos en la pobreza cuando sean adultos. El golpe al turismo por los recortes en el sector afectará a muchas familias de escasos recursos en puntos como Oaxaca o San Cristóbal de las Casas. Pero ello se sentirá en un periodo largo de tiempo, incluso décadas, con la responsabilidad de este gobierno diluida en el tiempo. Lo de la salud es inmediato.
La respuesta presidencial es similar a la que aplica en otros campos: hay mucha corrupción y por ello la estrategia tan radical. Como en la efímera y desastrosa guerra contra el huachicoleo: cierro los ductos para que no roben, sin pensar que provocaré desabasto. Si no compro medicinas, pues no habrá corrupción en el proceso. Las consecuencias son un poco más graves que las colas gigantescas en una gasolinera.
Para una administración que pretende pasar a la historia, este capítulo será deprimente. Los que menos tienen son las víctimas inmediatas de una transformación mal entendida y peor ejecutada, en aras de una estrategia de gasto disfrazada de austeridad. Es la peor de las traiciones por parte de aquellos que se jactaban de no mentir, no robar y no traicionar, puesto que mintieron con sus promesas, saquean al erario para financiar sus prioridades, finalmente con ello traicionando la fe de aquellos que les entregaron su voto esperando ser, por fin, los primeros en ser beneficiados por el gobierno.
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