La esquizofrenia presidencial se despliega de manera continua. Entre las numerosas ventajas (es un decir) de las 'mañaneras' destaca esa constante exhibición de interpretaciones anormales de la realidad (como se define ese trastorno). El país asiste a un espectáculo deprimente dada la posición de autoridad que tiene Andrés Manuel López Obrador.
La economía se desacelera con fuerza. Ya no es pronóstico o especulación, sino un hecho sustentado con las estadísticas disponibles a cinco meses de iniciado el año. La guerra comercial trumpiana no hará sino aumentar la incertidumbre. Lo mismo las bajas crediticias por parte de agencias calificadoras (la degradación ayer de Pemex por parte de Fitch a nivel especulativo o basura será un golpe de enormes consecuencias). No importa, el presidente se manifiesta tranquilo, con esa certeza que ofrece vivir una realidad alterna. El PIB, reitera, crecerá más de 2.0 por ciento en 2019. Y en el sexenio un promedio de 4.0 por ciento, cifra ya plasmada en ese documento pletórico de fantasías llamado Plan Nacional de Desarrollo.
El huachicoleo se ha desplomado, de hecho es casi inexistente. Al menos eso dice AMLO. Las cifras del propio Pemex, los hechos que se reproducen en los medios masivos y sociales, apuntan a que sigue fuera de control. El desastre de la guerra contra el robo de combustibles acabó en aparatosa derrota, con el gobierno rindiéndose ante un desabasto que ya paralizaba algunas ciudades. En la mente del tabasqueño se logró rotunda victoria, y así lo afirma sin titubeos.
En el país desaparece la corrupción, gracias al ejemplo presidencial. Citando al propio AMLO: “Cuando hay honestidad se puede todo. Esa es una muralla, en lo personal se convierte en un escudo protector y se vuelve uno muy fuerte, se tiene autoridad moral y eso permite tener autoridad política”. Los escándalos que estallan sobre corruptelas, grandes o pequeñas, no son mencionados o en todo caso reciben un “vamos a investigar”. El capitalismo de cuates peñista ha sido sustituido, con mayor descaro, por el capitalismo de cuates obradorista. La diferencia, se alega, es la honestidad republicana que ahora irradia desde Palacio Nacional.
El crimen trepa incontenible, excepto en la mente presidencial. Cuando se le confrontó con datos duros en una 'mañanera', alegó que se había revertido una tendencia al alza. Presionado, dijo que era su compromiso que los homicidios se reducirían, y que así iba a ocurrir. Es una de las fórmulas de evasión que tiene AMLO cuando se enfrenta a un callejón: si no es hoy, será mañana. La otra expresión, a la que recurre con frecuencia, es “yo tengo otros datos” (traducción: mi mente tiene otros datos).
El obradorismo encuentra en un problema real, la corrupción, el pretexto para destruir. La escasez de medicamentos, como en su momento la de gasolina, deriva de alegar podredumbre. Sin duda existe, pero el remedio resulta peor que la enfermedad, al implicar incluso muertes (como está ocurriendo con el VIH y dengue) o daños a individuos y familias. Los refugios para mujeres que sufrían violencia fueron cerrados alegando corrupción, lo mismo que las estancias infantiles, como ocurrió con los comedores comunitarios. Un daño brutal a los más pobres y desprotegidos.
Pero cada día el presidente retrata un país que, en sus palabras, va bien. AMLO es alegre sobre el presente y optimista con respecto al futuro. México, lo dice con frecuencia, será una potencia. No hay duda de que en su mente lo será.
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