Los tres honrados (09/03/2018)

Pocos países como México con tanta fortuna. Los tres principales candidatos a la presidencia son un dechado de honestidad. A un régimen percibido como corrupto lo seguirá otro impoluto, cuyo manejo del erario será digno de Suecia o Canadá. De los tres punteros, en orden alfabético, se desprende un halo de pureza.

Ricardo Anaya es un hombre trabajador que ahora tiene, a nivel personal y familiar, un caudal que ya quisieran muchos. La operación más reciente que ha salido a la luz involucra una venta por 54 millones de pesos. Un nivel de vida que evidencia un sólido patrimonio igual ha sido divulgado en el pasado reciente. La respuesta del candidato es que existe una persecución política en su contra. Que esa peculiar celeridad por investigar e informar por parte de la PGR es consecuencia no de un celo por cumplir con el deber, sino para desbarrancar su camino a Palacio Nacional. Anaya no sólo protesta su inocencia, sino que se ha comprometido a investigar a fondo, ya en Los Pinos, todas las acciones de este gobierno, con una comisión con apoyo y aval internacional.

José Antonio Meade es otro hombre honesto. Nada apunta a un enriquecimiento inexplicable, no hace despliegue alguno de esos lujos que tanto gustan a los políticos de hoy (ranchos, automóviles, relojes, entre otras extravagancias). Si hubo corruptelas a su alrededor, evidentemente no les dio su visto bueno explícito o implícito. Si algo ocurrió con Odebrecht o con la llamada 'estafa maestra', por decir dos ejemplos, ni enterado. Su conducta es intachable. Por eso obtuvo la nominación del PRI, aunque nunca militó en ese partido. Por supuesto que ataca cualquier noción de corrupción, y promete (faltaba más) combatirla.

Por su parte, Andrés Manuel López Obrador es, en sus palabras, de las aves que cruzan el pantano y cuyo plumaje no se mancha. Es pobre, y de hecho en ocasiones no trae dinero ni para el taxi. En su 3de3 no reportó bienes inmuebles, y sus ingresos son por ser líder partidista, escritor compulsivo (regalías de numerosos libros) y conferencista. Alguna vez dijo vivir de donativos de esas personas que lo apoyan. Reitera que en su gobierno no habrá corrupción, porque él es honesto. Que en muchas ocasiones atraiga a su círculo a personas cuestionables por, precisamente, presuntas corruptelas, no importa. Al parecer considera que los ladrones pueden convertirse en los mejores veladores. No necesita instituciones: las escaleras se barren de arriba hacia abajo y él estará arriba blandiendo la escoba. No es nepotista, porque sus hijos mandan en su partido, pero no tienen cargos formales o cobran. Ofrece amor y perdón. En su gobierno habrá amnistías a granel para aquellos de los que hoy se sospecha. De Palacio Nacional irradiará su honestidad, transformando a los servidores públicos en personas igualmente intachables.

No hay duda, los mexicanos somos ciudadanos con suerte. Muy difícil escoger por quién votar el primer día de julio entre los tres honrados.

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