Un
Pepe Meade atrapado en las arenas movedizas del actual gobierno (la
reciente encuesta de Transparencia Internacional en la que México se
hundió es sobre percepciones de corrupción) y atascado en un tercer
lugar. Ricardo Anaya enfrenta también cuestionamientos personales sobre
el tema. Los independientes igual despegarán, igual y no.
Por
lo que Andrés Manuel López Obrador parece enfilado a la victoria con un
voto duro de 25-30 por ciento, más los indecisos que sume. Parecería
que su estrategia debería ser moverse al centro, invitar a la
tranquilidad, reforzar esa honestidad personal de la que presume,
rodeándose de personajes igualmente capaces e intachables.
Por
el contrario, sus tácticas, siguiendo sus palabras, “rayan en la
locura”. Se lastró agregando a su propia marca partidos impresentables y
opuestos (PT y PES). Parece confundir el cascajo con cimiento,
levantando ('perdonando') personajes a los que nadie confiaría su
cartera. Sus partidarios han tenido que tragar sapos y hacer piruetas
justificando esas adquisiciones. Igual coquetea con la CNTE (ofreciendo
anular la reforma educativa) que con el sindicato de Pemex (con las
promesas de revivir la empresa y la tontería monumen
tal de nuevas
refinerías).
Se
puede concluir que AMLO efectivamente ha enloquecido o, incluso, que
quiere perder. Que busca rayar ese teflón político que tiene hasta
destrozarlo, mejor optando por vivir del erario (como hasta ahora)
controlando un partido y alegándose como la víctima de un fraude
permanente, en lugar de presidente.
Hay
otra posibilidad. Una frase de López Obrador hace ya años se hizo
famosa: “al diablo con sus instituciones”. En su personalismo
exacerbado, esa fijación con El-Señor-Presidente omnipotente que vio la
mayor parte de su vida, puede estar preparándose para despachar en
Palacio Nacional, sí, pero con sus propias 'instituciones', unas
firmemente sujetas a su albedrío.
SNTE,
CNTE, mineros, petroleros, más los que se sumen, como un 'sector
obrero', con el propio AMLO como líder máximo. Igual con los campesinos,
atraídos por la fuerza gravitacional de los subsidios y el
asistencialismo. Una burocracia comprada con aumentos salariales y ninis
y viejos cooptados con becas y pensiones. No sólo representarían al
'pueblo' que el tabasqueño alegará representar y encabezar, sino fuerzas
de choque listas para amedrentar, ocupar o bloquear.
El
Congreso que emergerá de la elección de julio estará fragmentado
(Macario Schettino publicó en estas páginas un análisis espléndido al
respecto el miércoles). ¿Qué hacer ante un obstáculo tan formidable?
Imitar a otros autoritarios como Hugo Chávez y Evo Morales, y armar un
Constituyente propio, en este caso para hacer una “Constitución Moral”.
Nada de elecciones, sino con constituyentes designados a dedo (el suyo).
AMLO
puede estar en un curso suicida, o bien con un plan claramente
premeditado: construyendo 'sus' instituciones para ese régimen que
espera encabezar.
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