La “Nueva Política de Salarios Mínimos” suena como un cambio radical, pero no tiene impacto real en la economía.
Quizá el presidente López Obrador crea que la “Nueva Política de Salarios Mínimos” realmente es algo que hará una diferencia en el bienestar de la población. De ser así, es víctima de un espejismo que aqueja a muchas personas en México.
La creencia tiene lógica: que el salario “mínimo” es realmente la cantidad mínima por el que una persona está dispuesto a trabajar en el campo o la ciudad. Se trata, hasta el último día del año, de 88.36 pesos por ocho horas, esto es, alrededor de 11 pesos por hora.
Ya esa cifra debía alertar a muchos de lo que es obvio: el salario mínimo legal no es realmente el piso del precio del trabajo en México. En términos económicos se dice que es un precio irrelevante, puesto que está por debajo del equilibrio del mercado, esto es, el que determina oferta y demanda.
Probablemente no exista en todo el país, ni siquiera en zonas extremadamente marginadas, una persona que se ofrezca para trabajarpor el mínimo legal durante ocho horas (no es lo mismo que ofrecer esa cifra por una jornada de cuatro horas o menos).
Con salario mínimo: 0.06% de trabajadores formales
A partir del primer día de enero el salario mínimo subirá a 102.68 pesos, un incremento de 16.2%. La cifra no es casual, sino que alinea el nuevo salario con la línea de bienestar calculada por el Coneval. Esto es, una persona que gana ese salario tendría lo justo para adquirir una canasta alimentaria, así como bienes y servicios básicos.
En teoría, ya no estaría, por ingreso, en pobreza extrema. Esto es otro espejismo, porque finalmente el ingreso de millones en pobreza ya era superior a esa cifra, pero permite presumir al gobierno de haber fijado un salario mínimo que implique que ninguna persona en lo individual sería pobre extremo por su ingreso.
¿Cuántas personas en México ganan un salario mínimo? En el sector formal de la economía es posible saberlo con precisión, puesto que están registrados con dicho salario en el IMSS.
Al mes de octubre pasado, eran 12,158 personas. El mismo mes había 20.4 millones de asegurados asociados a un empleo. Esto es, oficialmente el 0.06% de la población formal gana un salario mínimo. Es probable que en la economía informal la proporción sea similar, esto es, prácticamente nadie. Pero hay que agregar que en muchas ocasiones se registra a una persona ganando un salario mínimo (o una cantidad superior, por supuesto), pero en realidad percibiendo más fuera de nómina, por parte de la propia empresa, o gracias a rubros como propinas o comisiones.
¿Por qué se cree que hay “millones” de personas ganando un salario mínimo? Porque en encuestas del INEGI son precisamente millones los que declaran ganar eso como ingreso, o incluso menos. Muchos de ellos son trabajadores por cuenta propia, por lo que obviamente no hablan de salario, sino estrictamente de ingreso.
Otros son trabajadores subordinados no remunerados, esto es, sí son empleados, pero tampoco reciben salario (sino, por ejemplo, trabajan por comisiones o a destajo). Por supuesto, un aumento del salario mínimo no les afecta, pero también son (esos millones de personas) otro espejismo con respecto al tema.
El espejismo de 1976
El salario mínimo fue colocado en la palestra política por Miguel Ángel Mancera cuando era Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Fue muy exitoso en ello, aunque menos afortunado en su ambición de que ese tema lo catapultara a una candidatura presidencial.
Por la presión política del ahora senador Mancera se dieron importantes aumentos al salario mínimo en 2017 y 2018. Ciertamente, parecía de escándalo que México tuviese un salario mínimo inferior a casi todos los países de América Latina y el Caribe, con la excepción de Haití.
Por ejemplo, el salario mínimo en Guatemala es equivalente a 275 pesos diarios, triple que el que hasta hoy prevalece en México. ¿Por qué no hay miles de chiapanecos u oaxaqueños buscando migrar al vecino al sur? Porque ese salario mínimo no es real, hay muchos que no lo ganan, sino que ganan (mucho) menos. En el caso guatemalteco, el precio mínimo por el trabajo que fija el gobierno está por arriba del equilibrio de mercado. El resultado no es desempleo, como sería el caso de cumplirse la ley, sino informalidad con un salario estrictamente ilegal.
Esto es, ocurre lo mismo hoy en Guatemala (y otros países) que en México en 1976. Ese año el mínimo llegó al máximo histórico de poder adquisitivo, equivalente actualmente a 339.18 pesos diarios.
El detalle es que millones de personas no ganaban esa cifra, aunque ello no impide que ese año (específicamente en octubre se alcanzó ese máximo, gracias al último aumento salarial de emergencia decretado por el gobierno de Luis Echeverría) sea presentado como un logro que se perdió, como de hecho hicieron el presidente López Obrador y la secretaria del Trabajo, Luisa Alcalde, en sus discursos al presentar los nuevos salarios mínimos.
Simplemente, se refieren a otro espejismo que realmente nunca existió. En algún momento, durante la década de 1980, el salario mínimo legal realmente se equiparó con el existente en ciertos mercados (no es lo mismo Ciudad de México que Juchitán o Tijuana).
Asumiendo una inflación similar en diciembre y enero de 2019 a las registradas en los mismos meses un año antes, el aumento del salario mínimo lo llevaría al nivel más elevado desde inicios de 1995, cuando la severa crisis económica que apenas iniciaba empujó a una nueva caída en términos reales. A partir de marzo de 1996 se observa una estabilidad de su poder adquisitivo, aunque sea un mero espejismo dado que nadie lo percibe.
El fuerte aumento en la frontera
¿Qué hay con respecto al notable aumento para el salario mínimo en los 43 municipios de la frontera norte? A partir del inicio del año pasará a 176.72 pesos, exactamente el doble que el vigente. Un aumento nominal de 100% nunca se había otorgado en el país. Llevaría el salario a niveles no registrados desde finales de 1986.
¿Cuál será el impacto? Probablemente nulo. Ese salario se acerca mucho más al del mercado, por supuesto, pero en muchísimas actividades seguirá siendo inferior (e inferior en más de 100 pesos diarios al vigente en Guatemala). Quizá por eso el sector empresarial no ha mostrado mayor preocupación sobre la medida.
¿Puede en algunos casos ese salario fronterizo impactar en algún sector? Es poco probable. De ser el caso, los empleadores respectivos darían el aumento de salario correspondiente (que sería de poca magnitud), pasarán a sus trabajadores a la economía informal o al desempleo.
La “Nueva Política de Salarios Mínimos” es un conjunto de espejismos. Sin duda suena como un cambio radical, y en ese sentido puede alegarse un impacto político, pero no tiene impacto real en la economía, sea la del país o la de millones de familias viviendo en pobreza. El misterio es si eso lo saben el presidente López Obrador y sus funcionarios.
@econokafka
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