Lo primero que caracteriza al Plan Nacional de Refinación presentado el 9 de diciembre, es el derroche de recursos que implicará.
La autosuficiencia en gasolinas, cueste lo que cueste. El erario, reducido, refinado, por los miles de millones de dólares que será necesario encontrar.
La grandilocuencia nacionalista muchas veces no entiende de restricciones presupuestales. Es enrollarse en la bandera, aunque ello implique el uso masivo de recursos que se necesitan en otros rubros, notablemente educación, salud e infraestructura.
Lo primero que caracteriza al Plan Nacional de Refinación (PNR) presentado el 9 de diciembre, más que un conjunto de objetivos de un plan sectorial, es el derroche de recursos que implicará. Se trata de un dispendio, puesto que llevará a la producción nacional de productos, gasolinas y diesel que sería más barato adquirir en el extranjero. Es producto de una obsesión del presidente López Obrador que se condensa en política pública.
Del plato a las Dos Bocas…
Pieza central del PNR será la construcción de una nueva refinería en Tabasco. Como en el apogeo del presidencialismo mexicano, López Obrador escogió el lugar, en su natal Tabasco (pudo reanudar la construcción de la malograda Refinería Bicentenario en Tula, por ejemplo) y dictó plazo perentorio: estará funcionando en tres años. Esta imposibilidad es clave para otra promesa hecha previamente y reiterada por AMLO: México ya no importará gasolina a partir de 2022.
Una refinería requiere, en principio, de 6-7 años para su construcción. Los tres años dictados por el Presidente incluyen hasta los tiempos de planeación y concursar (o entregar directamente) los contratos necesarios. Puede uno esperar un trabajo sin tregua buscando cumplir con la fecha anunciada, por supuesto encareciendo más el proyecto.
Por cada 100 mil barriles de petróleo en capacidad de refinación, se estima que una refinería cuesta entre dos y cuatro mil millones de dólares. Dos Bocas refinaría cada día 340 mil barriles de crudo pesado. Esto implicaría un costo de entre 6.8 y 13.6 mil millones de dólares. López Obrador sí presentó una cifra que entra en ese intervalo, pero cerca del límite inferior: ocho mil millones de dólares.
A la imposibilidad de Dos Bocas se agrega el objetivo de rehabilitar las seis refinerías ya existentes, todas en el primer año. Se desconoce el grado de rehabilitación que se requiere en cada una, menos todavía el costo que ello implicará. El objetivo es simple: llevar cada una de ellas al máximo operativo posible. Peculiarmente, el gobierno plantea rehabilitar las seis, simultáneamente, durante 2019, en lugar de seguir cierta secuencia. De nuevo, al parecer la prisa manda (y es mala consejera).
Soñando con no importar
Dos Bocas funcionando, las otras seis trabajando al máximo posible, todo en 2022. ¿Cuál es la meta del PNR? Que se produzcan 781 mil barriles diarios de gasolina, así como 560 mil barriles de diésel. ¿Será suficiente para que no se importe nada? Es improbable, dado que la venta interna en el periodo enero-octubre de 2018 promedió 768.8 mil barriles diarios.
Esto es, dicha demanda tendría que incrementarse menos de 2% acumulado a lo largo de tres años. Incluso suponiendo que sí se logra que las siete refinerías estén funcionando. El consumo promedio de diésel en el mismo periodo de 2018 fue de 334.8 mil barriles diarios. En ese caso, sí, se proyecta una producción mucho mayor.
Hay otro problema: la producción nacional de gasolina Premium es prácticamente cero (menos de 3% del consumo total). Aunque se produzca la cantidad de gasolina que se consume en el país, puede que no haya suficiente de una, mientras que sobre de la otra.
Perder (mucho) dinero por un capricho nacionalista
El PNR no toca cuestiones presupuestales. Pero no solo se trata de lo que costará todo lo que ofrece, sino del hecho de que Pemex Refinación es una empresa que ha perdido dinero, mucho, por varios años. Sus elevados costos laborales son un factor, y otro es la ineficiencia productiva. Las refinerías de Pemex se han caracterizado por los elevados rendimientos de residuales, asfaltos y combustóleo, cuyos precios de mercado son inferiores al precio del crudo.
En otras palabras, entre más se refina, más dinero se pierde. Por ello fue la contracción de dicha actividad en años recientes, y la creciente importación de gasolinas. Son elementos que no parecen haber sido considerados en el PNR.
Todo muestra un afán nacionalista que costará una cantidad estratosférica de recursos en construcción y rehabilitación (puede estimarse entre 10 y 20 mil millones de dólares a lo largo de los tres años de plazo), sino además pérdidas en operación por un futuro indeterminado. Y eso sin incluir la promesa del presidente López Obrador de abaratar los precios de la gasolina.
El PNR es, por ello, una mezcla de sueños que se antojan inalcanzables junto con costos (esos sí muy reales) que serán astronómicos. Todo en aras de un nacionalismo energético que parece propio del México de mediados del siglo XX. Lo que de seguro acabará refinado será el erario, a costa de los contribuyentes.
@econokafka
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