Solo un soberbio e ignorante puede despreciar un indicador de la riqueza nacional como es el Producto Interno Bruto. No es nada nuevo en un Presidente que ha demostrado a lo largo de 17 meses su completa incapacidad para conducir los destinos de México, pero es un botón más en la muestra. ¿Esa estadística se hunde, reflejando una situación terrible? No es importante, sentencia con aplomo el otro PIB que tiene México en exclusiva: el Presidente Inepto y Bruto.
Entre sus numerosas acepciones, la palabra “bruto” tiene dos a destacar en la persona que hoy encabeza al Poder Ejecutivo. Una es el individuo que hace uso excesivo de la fuerza o se comporta de manera grosera con los demás. La otra es para denotar a una persona que carece de conocimientos.
Andrés Manuel López Obrador resulta un ejemplo extraordinario de aquello que no debe ser un jefe de gobierno. Le gusta mandar, pero no pensar, informarse o asesorarse. Le fascina escucharse a sí mismo, y ahora puede convocar a auditorios a placer, siempre dominando el escenario. Cree saberlo todo y por eso requiere de fieles subordinados que obedezcan órdenes. Su limitado repertorio es un conjunto de ideas maniqueas que derivan en frases fáciles de repetir y digerir, producto de una larga travesía por México en que vio sin contemplar, escuchó sin oír, leyó sin comprender y habló ante millones, pero siempre para sí mismo.
Para México la pesadilla es que ese limitado repertorio ha derivado en políticas públicas. Con el aplomo del ignorante que cree saberlo todo (“esto no es ciencia”), AMLO actúa y ordena, seguro sobre el resultado. Todo empezó cancelando (pero pagando) por un aeropuerto necesario, y ordenando otro que no servirá (a menos que los aviones puedan repelerse). El autoproclamado “guardián del presupuesto del pueblo” ha demostrado que tirar recursos no importa, en tanto haya el suficiente para sus prioridades.
El sociópata que despacha en Palacio Nacional no siente el dolor de los niños con cáncer o de sus padres, pero que no le toquen a su adorado Pemex. De enero 2019 a marzo 2020, el acumulado de pérdidas de la empresa ascendió a 1.22 billones de pesos. La cifra es equivalente a 5.0 por ciento del PIB de 2019, o sería suficiente para pagar un salario mínimo durante seis meses (sábados y domingos incluidos) a 54.2 millones de personas, esto es, a casi toda la población económicamente activa del país, que en el último trimestre del año pasado ascendió a 57.6 millones de personas. Pero hay que seguir buscando y extrayendo chapopote (perdiendo dinero) y luego refinarlo (también perdiendo dinero) porque eso es rescatar la soberanía.
Más de un billón para Pemex, la empresa más grande del país. Para las empresas grandes privadas está el escarnio presidencial. La persona que lleva un cuarto de siglo sin entender que el Fobaproa se instrumentó para rescatar ahorradores, es incapaz de entender que se le pide rescatar empleos, no empresas y menos a sus dueños.
El bruto no cambia de parecer, pero puede ponerse más agresivo. Ya el Presidente empieza a descargar su ira en aquello que no puede controlar, en este caso lo que (cuando le convenía) llamó las “benditas redes sociales”. Como tantos autócratas, busca culpar al mensajero de las malas noticias. Imposible adivinar a los extremos que llegará cuando la economía se hunda en los próximos meses. El PIB se contraerá, pero un día habrá de recuperarse, quizá en 2021. Al Presidente Inepto y Bruto le quedan más de cuatro años.
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