El país no estaba preparado para apoyar a los millones dañados económicamente por los efectos del Gran Encierro; menos con un gobierno que abraza al crimen y que no quiere usar el gasto público como herramienta para amortiguar una crisis.
El desempleo de hoy se está transformando en pobreza, y ésta se transmutará en miseria para muchos.
Que países como México, desiguales e informales, sin redes efectivas de apoyo para millones de personas, hayan adoptado el Gran Encierro llevará muy pronto a una introspección sobre si se procedió de la mejor manera.
No habrá respuesta clara, al menos pronto, pero el costo evidente en términos de pobreza, hambre y violencia sin duda alguna será también terrible.
Explosión de desempleados
El IMSS publicó las cifras de empleo correspondientes al mes de abril. Durante el mes se perdieron 555.2 mil empleos, una cifra histórica bajo cualquier parámetro. Agregando los empleos perdidos durante marzo, el total llega a 685.4 mil trabajadores registrados ante el IMSS en febrero que hoy ya no trabajan, o han pasado a la informalidad.
Haciendo una extrapolación simple, en total (incluyendo sector informal) en la economía mexicana se deben haber perdido entre 1.4 y 1.7 millones de empleos en dos meses. Estas son las personas que perdieron el trabajo y no han encontrado otro, y que con toda probabilidad tardarán tiempo en lograrlo, dado que la economía sigue bajo lo que el Fondo Monetario Internacional ha denominado como El Gran Encierro, o que también podría llamarse El Gran Frenazo.
La pérdida de empleos ha sido rápida y feroz, mucho más que la registrada durante la Crisis Financiera Global de 2008-98 en México, y es de suponerse que por lo menos las cifras de mayo y junio también tendrán fuertes registros negativos. La reapertura económica será paulatina, no abrupta como el cierre. Vislumbrar en el sector formal una pérdida de empleos de entre 1.2 y 1.5 millones no es descabellado.
La pobreza que viene
Lo abrupto e inesperado del cierre económico no tiene precedentes históricos. Nadie podía estar preparado. Un buen negocio pudo ser atrapado en un momento de expansión y con relativa poca liquidez, o bien en un momento en que estaba preparando dicha expansión y por ello con mucho dinero en caja. Como en tantas crisis, el dinero es rey, y ello implica que nada es más importante que contar con liquidez.
Los millones que vivían al día tampoco tuvieron margen para prepararse y ahorrar, por lo que el golpe ha sido devastador. Y asumiendo que de cada persona que gana un sueldo dependen otras dos, los empleos perdidos hasta el momento han afectado entre 3.5 y 4.5 millones de personas.
El Consejo Nacional para la Evaluación de las Políticas Públicas (Coneval) ya realizó estimaciones sobre el impacto de la pandemia en términos de pobreza. Las cifras son aterradoras. De acuerdo a sus estimaciones, en 2018 había 61.1 millones de personas con un ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos. Esto es, las personas cuyo ingreso es insuficiente para adquirir una canasta alimentaria, bienes y servicios básicos. Coneval estima que esos 61.1 millones aumentarán a entre 70.0 y 70.9 millones.
La población en situación de pobreza extrema por ingresos (las personas cuyo ingreso es insuficiente para adquirir incluso únicamente una canasta alimentaria) se estimaba en 2018 en 21.0 millones. Igualmente se estima que se incremente a un nivel de entre 27.1 y 31.7 millones en este año. La crisis será, entre muchas otras cosas, una fábrica de pobres, incluyendo hambrientos.
El crimen que explotará
A ello habrá que agregar lo que probablemente será una brutal explosión de crimen. El caldo de cultivo es, por desgracia, perfecto. A los millones que están siendo llevados desde marzo a la pobreza, y la desesperación, es necesario agregar un Estado de Derecho maltrecho conjuntado con un gobierno que evade enfrentar a los grupos criminales.
La ironía es que el presidente López Obrador ha reiterado su opinión de que la pobreza es el origen del crimen, y que sus programas sociales llevarían a los jóvenes a dejar de considerar a este como una opción.
Su conservadurismo fiscal ha demostrado ser más potente que ese diagnóstico, así como su pasión por engrandecer una empresa quebrada como es Pemex. Por ello no ha canalizado recursos a salvar empleos o crear esquemas para entregar en forma masiva recursos a los que ahora no tienen ingresos. El resultado será crimen en todas sus formas, desde extorsión hasta secuestros, con las consecuentes muertes.
¿Dónde habrá más muertos y damnificados?
En el caso de México el dilema será evidente muy pronto. El país, de por sí, no estaba preparado para apoyar a los millones dañados económicamente por los efectos del Gran Encierro. Menos todavía con un gobierno que abraza al crimen y que no quiere usar el gasto público como herramienta para amortiguar una crisis.
La respuesta tomará tiempo en determinarse, pero no puede descartarse que el remedio vaya a ser mucho peor en sus consecuencias, incluyendo muerte y dañados directamente, que la enfermedad causada por el coronavirus y que se conoce como COVID-19.
Es un dilema hoy políticamente incorrecto de manifestar, innombrable, pero que habrá que enfrentar, al menos como una lección fundamental a tomar en cuenta en el futuro cercano y lejano.
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