México desaprovechó una oportunidad dorada con la OPEP. (Arena Pública)



Si algo ha demostrado la debacle petrolera es que el tabasqueño hace parecer flexible a una mula.


El presidente Andrés Manuel López Obrador en conferencia de prensa en marzo del año pasado, acompañado por el director de Pemex y la secretaría de Energía del país (Foto: lopezobrador.org.mx)
El presidente Andrés Manuel López Obrador en conferencia de prensa en marzo del año pasado, acompañado por el director de Pemex y la secretaría de Energía del país (Foto: lopezobrador.org.mx)
Se atribuye a John Maynard Keynes la frase “cuando los hechos cambian, cambio de opinión, ¿y usted qué hace?”. Lo que es evidente es que Andrés Manuel López Obrador no se asemeja a Keynes en ese sentido, como tampoco cree en las políticas fiscales contra-cíclicas (de las que el economista británico es el indisputado padre intelectual).
El petróleo no será la “palanca de desarrollo” que sueña el inquilino de Palacio Nacional, sino una rueda de molino colgada al cuello de la economía nacional. La soberbia obradorista quedó demostrada cuando puso al frente de Pemex a un amigo cercano con nulo conocimiento de energía o finanzas, pero con estudios de agricultura y ganadería. Lo único que pudo esperar, y lo obtuvo, fue una soberbia e ineptitud similares.
Nada ha alterado el sueño guajiro de AMLO, a pesar del brutal cambio de circunstancias. Las astronómicas pérdidas financieras de Pemex en 2019 no llevaron a un cambio de estrategia, como tampoco lo hizo el desplome del precio del petróleo en los mercados internacionales.
La frase obradorista parece ser, por el contrario: “cuando los hechos cambian, digo que tengo otros datos u otros hechos, por lo que no cambio mi opinión; al contrario, la reafirmo”. Si algo ha demostrado la debacle petrolera es que el tabasqueño hace parecer flexible a una mula.

OPEP: la oportunidad perdida
Esa necedad resultó de nuevo evidente, ahora en el plano internacional, en la Décima Reunión Ministerial (Extraordinaria) de OPEP+ (esto es, países miembros y exportadores no miembros), y que López Obrador (con Rocío Nahle como portavoz) obstaculizó por tres días. Era una oportunidad dorada para que Pemex dejara de producir crudo perdiendo dinero, porque con los actuales precios se estima que más del 80% de los campos mexicanos tienen pérdidas financieras al producir.
Representaba, en ese sentido, la excusa perfecta para dejar de invertir dinero a carretadas en explorar y producir un petróleo que hoy es excesivamente barato, cerrar los campos más improductivos desde un punto de vista financiero, y anunciar a bombo y platillo que ese dinero se canalizaría al sector salud. Se habrían matado varios pájaros con un tiro.
En cambio, lo que se hizo fue pelear con uñas y dientes la menor reducción posible a la producción, como si esta representara una fuente de ganancia invaluable para el erario. Fue demostrar, de nuevo, la obsesión con la producción y la ignorancia con los números.
Y López Obrador se salió con la suya, para cerrar con broche de oro la estrategia, quedando en deuda con Donald Trump y con todo el mundo por testigo. Imposible de adivinar el precio que el neoyorkino pondrá a un favor que ni siquiera fue tal, puesto que la OPEP acabó acordando una reducción de 9.7 millones de barriles en lugar de diez, esto es, sin contabilizar el “favor” de Trump.

¿OPEP vs México en el futuro?
Finalmente, con una cantidad marginal de recorte, México se unió al grupo de OPEP+. Si uno se atiene a la información proporcionada por la titular de Energía, la producción se reducirá a partir de mayo a 1.681 millones de barriles diarios (mbd), y según su tuit por solo dos meses.
 Sin embargo, el acuerdo alcanzado por OPEP+ es claro: la reducción a la producción se da a partir de mayo, para irse reduciendo en forma escalonada a lo largo de dos años, hasta abril de 2022. Esto es, la producción no solo se reduce, sino que evidentemente queda topada al máximo acordado durante todo ese periodo.

 El comunicado es claro en que todos los “Países Participantes”) seguirán lo negociado. La cifra de producción de Pemex en octubre 2018 fue de 1.733 mbd, lo que implicaría una producción de 1.633 mbd bajo el acuerdo. Sea esa cifra o los 1.681 mbd establecidos por Rocío Nahle, el hecho es que ese número será válido por mayo y junio, para subir ligeramente el resto de 2020, y de nuevo aumentar ligeramente desde enero 2021 hasta abril 2022 (ligeramente porque el recorte aplicado por México es muy pequeño). Hasta entonces queda anulada la reducción y cancelado el tope.
Esto es, la ambición obradorista de un Pemex produciendo cantidades crecientes de crudo a lo largo del sexenio chocará con lo que su gobierno acordó en OPEP+. No es evidente si Nahle, y AMLO, entendieron lo que suscribieron. Lo que puede ocurrir en el futuro es un nuevo choque entre México y OPEP+, si el Presidente (como es muy probable) se obstina en su curso de aumentar producción a pesar de pérdidas financieras astronómicas.

Salida elegante desaprovechada
Finalmente, será el petróleo lo que hundirá a México. Pemex necesitará en los próximos meses de un rescate financiero masivo cuando no hay dinero para ello, dado el colapso de la recaudación tributaria y la obstinación obradorista de no contratar deuda.
El boquete fiscal que se abrirá bien puede dañar gravemente las finanzas públicas y la calificación crediticia del Gobierno Federal. Pero el panorama probablemente se complicará, más, si hay otro choque con OPEP+ tras algo que el gobierno mexicano presenta ahora como un triunfo.
La ironía que el masivo recorte en el marco de OPEP+ ofrecía una salida elegante a una estrategia desastrosa que AMLO, el hombre que no cambia de opinión a pesar del cambio de hechos, desaprovechó.

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