Tras 16 meses de gobierno, solo los ingenuos esperaban un golpe de timón que desviara el curso, y una vez más fueron decepcionados.
Con la mano firme en el timón, Andrés Manuel López Obrador reafirmó en su mini-informe el rumbo cuando tiene a la vista -y de frente- al iceberg que, a sus ojos, es un pequeño obstáculo que será fácilmente superado.
Tras 16 meses de gobierno, solo los ingenuos esperaban un golpe de timón que desviara el curso, y una vez más fueron decepcionados. El inquilino de Palacio Nacional demostró que es un hombre de ideas fijas, y que adapta la realidad (o vive en una realidad alterna) para proclamar que la razón le asiste, como siempre.
En ello reside la importancia del informe, en que aquellos que tenían cierta esperanza de cambio la den por enterrada. El COVID-19, por supuesto, es una pandemia global que está hundiendo a muchos países, pero la respuesta obradorista agravará la enfermedad económica de México.
El conservadurismo fiscal
Ya no es que AMLO reafirmará su obsesión por no aumentar la deuda pública, sino que además hizo la infundada aseveración de que una política fiscal contra-cíclica era una noción neoliberal que ahonda la desigualdad y ahonda la corrupción.
El simplismo presidencial muchas veces es fácil de desentrañar, y probablemente sigue la siguiente línea de pensamiento: un rescate a las empresas sería algo como el Fobaproa, que (en la mente del tabasqueño) ayudó a los ricos. Y como se ayuda a los ricos y no a los pobres, entonces se abre la brecha entre ambos grupos. Por supuesto, si se rescata a empresas es que en realidad se rescata a empresarios, por lo que el potencial de corrupción es enorme.
Que muchos gobiernos estén abriendo la llave del gasto público (y del déficit y el endeudamiento) es algo que al parecer le pasa de noche al Presidente. La ironía es que la política contra-cíclica es algo poco neoliberal, al darle un mayor rol al Estado, pues es netamente keynesiana.
No deja de ser irónico que López Obrador alabara a Franklin D. Roosevelt al tiempo que (quizá sin saberlo) atacaba su política económica. La propuesta de expandir agresivamente el gasto público y el déficit es sin duda poco neoliberal, pero que fue una respuesta clave a la crisis de 2009, y por eso hasta los liberales hoy la apoyan sin titubear.
Hoy la llave del gasto público se abre con más fuerza en 2020, para contrarrestar el desplome privado –excepto en México. El conservador fiscal es tan retrógrado como un liberal de la vieja escuela anterior a Keynes, cercano en ideas económicas a Herbert Hoover, no a quien lo derrotó contundentemente en las urnas en 1932.
El auto-saqueo al erario
AMLO sí quiere gastar, pero en sus programas clientelares y prioridades personales, y el ingreso se desplomará junto con la actividad económica. No podrá extraer huevos de oro con una gallina muerta, y será el caso de muchas empresas. Tampoco puede haber IVA cuando se frena una economía, ni siquiera tanto IEPS a la gasolina con una nación inmovilizada.
Por lo que se explica el imperativo de rascar de dónde sea, y entonces se tiene la peculiaridad del Presidente ordenando el saqueo de cuanto Fideicomiso pueda ser eliminado.
Todo indica que la poda será generalizada, incluyendo aquellos que promueven el arte, gastos para investigación en salud o ciertas pensiones, aparte de acabar con el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestales.
Es una verdadera rapiña de un gobierno que rechaza la deuda pública, pero se inhabilita a sí mismo en materia de gasto e inversión futuras. Una vez más, aflora la idea de AMLO de que mucho del músculo del cuerpo gubernamental es simplemente grasa que se puede utilizar para quemar y obtener energía para ese cuerpo.
La ironía final es que efectivamente será dinero que se quemará… pero en proyectos que solo perderán más dinero en el sector energético.
No es soberanía, es soberbia
Como destacadamente será el caso con Pemex y sus refinerías. La extracción de crudo ya no es fuente de ganancias con un petróleo con precios bajísimos, la gran mayoría de los campos mexicanos pierden dinero. La lógica obradorista raya en lo perverso: como el petróleo es barato, entonces hay que producir más, para de esa forma refinar más. La meta es que México use todo su crudo, que ya no vale la pena vender al exterior, para refinar gasolinas.
El problema es que el Sistema Nacional de Refinación pierde mucho dinero, y lo mismo ocurrirá con Dos Bocas, en el remoto caso que llegue a producir un solo litro de gasolina en este sexenio. Y esto mientras la gasolina que se importa es baratísima.
La razón oficial de AMLO para justificar esta estrategia financieramente suicida es recuperar soberanía nacional, la razón real es una soberbia personal al mantener sus proyectos, incluyendo además Santa Lucía y el Tren Maya. El informe lo dejó claro: siguen y tendrán todos los recursos necesarios. Los recursos públicos siempre escasos, incluyendo aquellos que serán extraídos de los diversos Fideicomisos, arrojados a un conjunto de agujeros negros.
El empecinamiento suicida
López Obrador tiene un patrón de conducta claro: la arrogancia de mostrar su poder y voluntad. Si se le decía que no podía salir de gira y abrazar, entonces lo hacía; ante la demanda generalizada de cancelar Dos Bocas, la reafirma a bombo y platillo.
Se le grita que hay un iceberg gigantesco en el camino, y proclama que no se altera el rumbo porque él es el capitán, y sabe cómo superar lo que denomina como “crisis transitoria”.
El resultado será inevitable: el choque. La recesión será más profunda, las quiebras mucho más numerosas, el desempleo más elevado, y el crimen que seguirá mucho peor de lo que hubiera sido el caso con esa denostada política fiscal contra-cíclica, una reapertura a la inversión en lugar de su rechazo (la rechazada planta cervecera de Constellation Brands el ejemplo más reciente), y una cancelación de proyectos inútiles (Dos Bocas en primer lugar), en lugar de Fideicomisos necesarios.
Por si quedaba alguna duda, ya quedó claro que un dramático cambio de circunstancias no motiva al Presidente de México a modificar su política económica.
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