Los muertos bien valen la cuarta transformación. (El Financiero)


Los tiranos con ambiciones transformadoras no titubean en destruir a sangre y fuego al tiempo que construyen con cadáveres como cimientos. No es que busquen matar a su propio pueblo a propósito, es que las revoluciones implican costos humanos y materiales que es necesario pagar. Al lanzar el “Gran Salto Adelante”, Mao Zedong anunció “tres años de arduo trabajo y sufrimiento, y mil años de prosperidad”. Se estima que causó entre 18 y 45 millones de muertos.
Las hambrunas con Lenin y Stalin (en el caso del segundo causada por la colectivización de la agricultura) fueron, también, vistas como un mal necesario. Es el precio que el líder se muestra dispuesto a pagar, aunque no en carne propia, ni tampoco de sus familiares o aliados. Los desastres productivos, privaciones, deportaciones masivas, incluso ejecuciones, son justificadas en aras del gran cambio, como también ocurrió con la dinastía Kim en Corea del Norte, Pol Pot en Camboya o Ceaucescu en Rumania.
En México no es que se busque a propósito que los niños mueran de cáncer por falta de quimioterapias, es que el sistema de salud está en un proceso histórico de transformación, camino a emular los que existen en Escandinavia o Canadá. La nueva política de sanidad es sencilla: “para todos, todo”. Y, claro, gratis. Nada de reglas de operación o programas piloto neoliberales. El Líder Transformador (con mayúsculas) lo prometió en campaña y ya cumplió, se puede permitir palomear ese compromiso como lo ha hecho con tantos otros.
Cierto, el proceso de ajuste implica que no hay de todo, y menos para todos, pero eso ya llegará. Por lo pronto, es imperativo aplaudir la audacia de la medida, porque es lo que queda cuando la racionalidad brilló por su ausencia. El líder con semejante arrojo no es un soberbio inepto o un demagogo autoritario, sino un guía de la nación que pilotea una impresionante transformación gracias a su visión histórica.
En lo que llega ese paraíso de salud, puede haber algunos problemas menores como muertes y sufrimiento. Ojalá que no sean muchos, pero los partos implican dolor, y está naciendo un nuevo México. Desafortunadamente, los primeros y más golpeados serán aquellos que menos tienen. Además, no es culpa del Líder Transformador, sino de médicos y directivos de hospitales corruptos en contubernio con farmacéuticas venales. Lo dicho con respecto a los niños con cáncer es extensivo para enfermos de sida, dengue o muchos otros padecimientos, aquellos bajo tratamientos costosos o necesitados de ciertos medicamentos también muy caros. Ojalá que comprendan que no es algo personal e incluso, agradezcan ese México que eventualmente llegará.
Como ellos, están otras víctimas involuntarias, como son esas mujeres golpeadas que se quedaron sin albergues, madres trabajadoras sin estancias infantiles, hambrientos que hoy ya no tienen comedores comunitarios. Porque el Líder Transformador es un faro de honestidad y no puede permitir esa clase de apoyos en que había corrupción. Ante un árbol con alguna rama podrida, el mejor remedio es derribarlo de raíz, aunque por desgracia caiga sobre algunos que antes se refugiaban a su sombra.
Tras 14 meses, ya queda claro: la cuarta transformación implica muerte y sufrimiento, particularmente entre aquellos que la apoyaron con mayor fervor. Es el necesario costo del dolor, lágrimas y sangre mientras que el Líder Transformacional encabeza incólume la destrucción desde Palacio Nacional. 

0 Comentarios