El ITAM está en días recientes en las noticias por la tragedia del suicidio de una estudiante. Mostró esa faceta oscura de la excelencia que muchas veces es desconocida por terceros: la enorme presión sobre aquel que aspira a alcanzar esa cúspide.
La excelencia académica, la enseñanza y la exigencia muy superiores a aquello que es habitual, son por definición una rareza.
Es un imperativo cuando se requiere de lograr profesionistas excepcionales, que siempre se necesitarán en cualquier tiempo y país. Es el reto para aquellos estudiantes que buscan ser los mejores. Por definición, las instituciones de excelencia son para una élite, no económica, sino la que será producto de una educación de excepción.
Décadas en la vanguardia –académica y el sector público
El Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) no es la única institución de excelencia académica, aunque sí la más famosa, dada su enseñanza en el campo de la ciencia económica por ya varias décadas. Es difícil indicar cuándo inició su ascenso (fue fundado en 1946), aunque quizá ocurrió con un plan de estudios que demandaba dedicación completa a sus estudiantes a mediados de la década de 1960, bajo el liderazgo de Gustavo Petricioli Iturbide. Fue un semillero de futuros profesores, incluso algunos que apenas se han retirado en años recientes, destacadamente Antonio Bassols (fallecido el año pasado) y Silvano Espíndola. Lo indudable es que la consolidación de la institución se alcanzó con Javier Beristain Iturbide, Rector por casi 20 años (1972-1991), y que ha continuado Arturo Fernández.
¿Qué llevó al auge del ITAM? La excelencia académica, además con una orientación fortísima con respecto a la ciencia económica que se denomina habitualmente como neoclásica u ortodoxa. Cuando se registra el derrumbe del populismo macroeconómico mexicano (1972-82), los egresados de la universidad son lo suficientemente numerosos e influyentes para apoyar el cambio en política económica que se requería con urgencia durante el gobierno de Miguel de la Madrid. En 1986 el primer titulado de Economía del ITAM, Petricioli, fue nombrado como titular de Hacienda y Crédito Público. Desde 1982 era titular del Banco de México otro egresado, Miguel Mancera Aguayo, y en 1987 sería designado como Secretario de Programación y Presupuesto, Pedro Aspe Armella.
La antítesis de AMLO
Quizá no es para sorprender que el ITAM se haya colocado en la mira de una persona que gusta de pensarse como un acérrimo anti-neoliberal: Andrés Manuel López Obrador. La universidad representa mucho de lo que el Presidente rechaza: esfuerzo individual, meritocracia, educación de excelencia (y, peor, privada). Para un fósil de la UNAM, estudiante mediocre pero arribista intelectual, creyente en entregar dinero público con discrecionalidad y a cambio de nada (excepto gratitud a su persona), instituciones como el ITAM son una afrenta. En un video en 2016 acusó que muchos egresados de ser “malos técnicos” y corruptos.
Los itamitas brillan, pero por su ausencia, en los altos niveles del gobierno obradorista. El desmantelamiento del alto funcionariado federal ha ido mucho más allá, con la baja de sueldos, eliminación de beneficios y una legislación prohibiendo a funcionarios trabajar por 10 años en un área similar en el sector privado al concluir su encargo. No puede argumentarse que la falta de itamitas explique el estancamiento económico presente y futuro, pero el abandono de la política económica que se identifica (entre otros) con el ITAM sí es un factor central en ello.
¿Hasta dónde llegará la política “anti-neoliberal” del Presidente? Por lo menos hasta 2024. AMLO ha demostrado que vive en una realidad paralela (aquella en que abundan sus percepciones personales y “otros datos”). Solo por ser itamita, a pesar de su trabajo y méritos propios, es probable que su hostilidad lo lleve a no renovar el mandato del Gobernador del Banco de México (Alejandro Díaz de León) en 2021. Probablemente nombrará en su lugar a Gerardo Esquivel, sin duda con los méritos para encabezar el banco central, pero que además no es egresado del ITAM.
La presión de la excelencia
El ITAM está en días recientes en las noticias por la tragedia del suicidio de una estudiante. Mostró esa faceta oscura de la excelencia que muchas veces es desconocida por terceros: la enorme presión sobre aquel que aspira a alcanzar esa cúspide.
La universidad obviamente no debe sacrificar nivel académico, pero sí considerar que hay estudiantes que requieren apoyo adicional al de la mayoría. El profesorado del ITAM, evidentemente excepcional, es fruto de la excelencia y esfuerzo. Lo que no deben asumir es que todos sus alumnos podrán soportar el mismo nivel de exigencia, y que algunos pueden ser de hecho más vulnerables de lo habitual por circunstancias que nada tienen que ver con su capacidad intelectual. La institución tiene en ello una asignatura en que de ahora en adelante también debe mostrar excelencia. No solo se trata de mostrar empatía, sino de entender los costos personales que puede implicar la exigencia. Quizá desde el mismo proceso de admisión se requiera contar con filtros adicionales.
Los que estudiamos en el ITAM vimos a muchos de nuestros compañeros salirse del camino, generalmente a otras universidades menos exigentes. Y, sí, eran instituciones en que estudiar para un examen se consideraba suficiente con un par de días, cuando en nuestro caso lo mínimo eran dos semanas. Los que realizamos estudios de posgrado en el extranjero vimos a muchos colegas traumatizados porque eran los mejores de su generación en su universidad local, pero promedio (o peor) en los estudios de maestría o doctorado. A medida que la vara sube, menos alcanzan a superarla por más que tratan. Y, por supuesto, una persona brillante académicamente no implica un éxito en ámbitos profesionales o personales.
Isaac Katz, profesor excepcional
El reto para el ITAM es enorme. El suicidio es multifactorial, pero la presión académica es un factor que puede estar presente.
También es importante diferenciar la empatía, el apoyo y la corrección de una política institucional de otros temas. Profesores excepcionales son ahora señalados como si fueran cómplices de la desgracia ocurrida, particularmente por muchos que en su vida han pisado el ITAM y menos han sido alumnos de dichos académicos. Las redes sociales han jugado en ello un papel central.
El caso más destacado es Isaac Katz. Famoso tuitero (más de 81 mil seguidores) es un Profesor que nunca se abstuvo de tuitear sobre la fuerte exigencia académica del ITAM (y suya), al igual que de otros temas. ¿Cómo era en clase? A diferencia de muchos que opinan sobre su docencia, tuve el privilegio de ser su estudiante (Teoría y Política Monetaria). Sí, muy duro. Una pregunta recurrente en los pasillos era “¿Qué sacaste con Katz?”. Si había sido una calificación aprobatoria (ya un importante logro), la siguiente era “¿Al primer o segundo intento?” (algunos necesitaban tres).
Nos advirtió, claramente, que estudiar una semana para su parcial era garantía… pero de reprobar. Efectivamente, saqué un 2.0, que con la curva que aplicó subió a 4.0. Estudié dos meses (sí, meses) para su examen final y obtuve 9.0. Cuando le agradecí mi calificación (estaba pasando por el pasillo cuando la estaba viendo en el pizarrón correspondiente) me dijo “¿me la saqué yo?”.
Ácido, sarcástico, pero no con nosotros, sino sobre el estado de la economía (entonces con inflación de tres dígitos). Siempre ayudador (recuerdo una ocasión que le pedimos asesoría en temas de comercio internacional). Sí, un profesor muy distinto de lo que muchos perciben del tuitero. Ya está formalmente retirado como Profesor de tiempo completo, pero seguía dando clases. Alumnos que nunca iban a cursar nada bajo su docencia (por su carrera o por preferencia personal) son los que piden que deje de dar clases en el ITAM usando como burdo pretexto una tragedia.
Es el reto del ITAM hoy, y lo será en el futuro: mantener la excelencia a pesar de aquellos que quieren llevarlo en dirección contraria. Y eso incluye que el ITAM no solo apoye a sus estudiantes, sino a sus profesores y funcionarios.
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