La visión de Andrés Manuel López Obrador está anclada en el pasado. Su reciente carta en EL FINANCIERO es clara. Escribió: “En términos generales, el modelo económico que proponemos es semejante al que se aplicó en el país en el periodo denominado del ‘desarrollo estabilizador’”.
Contrario a lo que pueda pensarse, dicho periodo (1954-72) embona como guante en las ideas económicas que el tabasqueño tiene. Para los pocos que lo recuerdan claramente (personas con al menos 60 años de edad, como AMLO), es una especie de edad dorada, resumida en tres variables macroeconómicas: elevado crecimiento, baja inflación y tipo de cambio fijo, ese famoso 12.50 pesos (viejos) por dólar.
Fue también la era del presidencialismo autoritario y dominante. El-Señor-Presidente-de-la-República como el Gran Tlatoani. Ese dominio por el que suspira quien prácticamente es un mesías que lidera una secta, no un candidato de (literalmente) su partido.Fue un México en que las actividades agrícolas tenían importante peso, y que aspiró a la autosuficiencia alimentaria, al menos con el mítico maíz. Una economía en que el producto de exportación más importante era el café. El candidato de Morena mantiene esa noción de los recursos naturales como 'palanca del desarrollo' (en su caso con el petróleo). Es alérgico a la noción de productividad como puntal del crecimiento económico, como muestra su peculiar idea de crear muchos empleos con la pavimentación de carreteras a mano (esto último realizado por el presidente que acabó con el 'desarrollo estabilizador': Luis Echeverría).
Adolfo López Mateos (ALM), Gustavo Díaz Ordaz (GDO) y Echeverría (LEA), como López Obrador, no eran entusiastas de la inversión extranjera, y el último era abiertamente hostil al sector privado, incluyendo los empresarios nacionales. Eran, como AMLO, proteccionistas, creyentes en el 'Hecho en México' por sobre lo extranjero, entusiastas de la noción de sustituir importaciones, no de promover exportaciones. En su tiempo se conocía la frontera de Estados Unidos y México como el 'muro del nopal' o el 'muro de la tortilla'.
El analfabetismo económico de AMLO lo mantiene anclado en esas ideas, ignorando el mundo globalizado de 2018. Lo suyo es el campo cuajado de maíz, frijoles, árboles frutales y maderables, con los campesinos felices gracias a generosos precios de garantía proporcionado, claro, por el gobierno. El mexicano comiendo lo de su tierra, no productos extranjeros.
ALM, GDO y LEA, además, eran entusiastas creadores de empresas paraestatales. El gobierno como rescatista de empresas quebradas para proteger empleos. Seguían perdiendo dinero, pero con cargo al erario. La gasolina a precio fijo, a pesar del creciente precio internacional, y el peso fijo frente al dólar. Contrario a lo que cree AMLO, sostener esa paridad requirió cantidades crecientes de endeudamiento externo.
Ciertamente, el 'desarrollo estabilizador' es lo que López Obrador sueña. Es una visión del México de 1964, no de 2024.
Contrario a lo que pueda pensarse, dicho periodo (1954-72) embona como guante en las ideas económicas que el tabasqueño tiene. Para los pocos que lo recuerdan claramente (personas con al menos 60 años de edad, como AMLO), es una especie de edad dorada, resumida en tres variables macroeconómicas: elevado crecimiento, baja inflación y tipo de cambio fijo, ese famoso 12.50 pesos (viejos) por dólar.
Fue también la era del presidencialismo autoritario y dominante. El-Señor-Presidente-de-la-República como el Gran Tlatoani. Ese dominio por el que suspira quien prácticamente es un mesías que lidera una secta, no un candidato de (literalmente) su partido.Fue un México en que las actividades agrícolas tenían importante peso, y que aspiró a la autosuficiencia alimentaria, al menos con el mítico maíz. Una economía en que el producto de exportación más importante era el café. El candidato de Morena mantiene esa noción de los recursos naturales como 'palanca del desarrollo' (en su caso con el petróleo). Es alérgico a la noción de productividad como puntal del crecimiento económico, como muestra su peculiar idea de crear muchos empleos con la pavimentación de carreteras a mano (esto último realizado por el presidente que acabó con el 'desarrollo estabilizador': Luis Echeverría).
Adolfo López Mateos (ALM), Gustavo Díaz Ordaz (GDO) y Echeverría (LEA), como López Obrador, no eran entusiastas de la inversión extranjera, y el último era abiertamente hostil al sector privado, incluyendo los empresarios nacionales. Eran, como AMLO, proteccionistas, creyentes en el 'Hecho en México' por sobre lo extranjero, entusiastas de la noción de sustituir importaciones, no de promover exportaciones. En su tiempo se conocía la frontera de Estados Unidos y México como el 'muro del nopal' o el 'muro de la tortilla'.
El analfabetismo económico de AMLO lo mantiene anclado en esas ideas, ignorando el mundo globalizado de 2018. Lo suyo es el campo cuajado de maíz, frijoles, árboles frutales y maderables, con los campesinos felices gracias a generosos precios de garantía proporcionado, claro, por el gobierno. El mexicano comiendo lo de su tierra, no productos extranjeros.
ALM, GDO y LEA, además, eran entusiastas creadores de empresas paraestatales. El gobierno como rescatista de empresas quebradas para proteger empleos. Seguían perdiendo dinero, pero con cargo al erario. La gasolina a precio fijo, a pesar del creciente precio internacional, y el peso fijo frente al dólar. Contrario a lo que cree AMLO, sostener esa paridad requirió cantidades crecientes de endeudamiento externo.
Ciertamente, el 'desarrollo estabilizador' es lo que López Obrador sueña. Es una visión del México de 1964, no de 2024.
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