¿Entrará la economía mexicana en su primera recesión en una década? Es probable, pero no seguro.
La definición técnica es simple: dos trimestres de crecimiento negativo consecutivo (negativo o contracción con respecto al trimestre inmediato anterior, con las cifras de producto interno bruto ajustadas para eliminar factores estacionales). En el primer trimestre de este año, la estimación correspondiente por parte del INEGI indicó una contracción de 0.2%.
Si el segundo trimestre también ofrece un número rojo, se puede hablar sin duda de recesión. Pequeña, bordeando justo abajo del cero, pero recesión al fin y al cabo. Ello, por supuesto, es un golpe mediático para la administración que entró en diciembre pasado, y que ofrece de manera frecuente un mayor crecimiento económico como llave para alcanzar niveles de bienestar más elevados.
Si bien el Presidente ya aceptó que existe una desaceleración, en su discurso del primero de julio apostilló que la economía no está en recesión.
¿Qué tan relevante será el número que el INEGI hará público a fines de este mes? En un sentido estricto, no mucho, dado que el hecho ya universalmente aceptado es la fuerte pérdida de dinamismo de la economía. La desaceleración es tal que se nota en variables como la creación de empleo, que ha caído considerablemente en meses recientes. Al ritmo que va, dicho indicador llegará a niveles no registrados en varios años (aunque obviamente la tendencia puede revertirse).
La declaración oficial de recesión sería importante mediáticamente, por supuesto. No es algo menor, pero en un sentido real de impacto en las variables económicas, solo marginal. Supongamos que en el segundo trimestre se registra un crecimiento positivo de 0.1%. No hay recesión oficialmente, pero la diferencia con una contracción de 0.1% (lo que implicaría recesión) sería mínima.
Lo importante es, por ello, una desaceleración que no está en disputa. Y lo grave reside en el mediano y largo plazo. El Plan Nacional de Desarrollo establece como metas un crecimiento promedio anual durante el sexenio de 4%, así como un crecimiento de 6% durante 2024.
El rechazo a la inversión privada en sectores como la energía, la cancelación del aeropuerto de Texcoco, llevarán a un menor crecimiento. El mismo resultado implicaría un aumento del crimen. Lo mismo puede decirse sobre una política tributaria que parece considerar a las grandes empresas como enemigas.
La desaceleración es grave, se convierta o no en recesión, y por ello la diferencia es irrelevante. Las perspectivas económicas en materia de crecimiento son igual de negras.
@econokafka
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