El plan fantasioso para Pemex (I) (Arena Pública)

22-07-2019 09:45 
 
Las fantasías de López Obrador ya están en blanco y negro en un documento al que los mercados no dan credibilidad. 

El presidente López Obrador, el director de Pemex, Octavio Romero, y la secretaria de Energía, Rocío Nahle en conferencia con los medios el 18 de marzo de 2019.
El presidente López Obrador, el director de Pemex, Octavio Romero, y la secretaria de Energía, Rocío Nahle en conferencia con los medios el 18 de marzo de 2019.
Ya no hay dudas: Pemex será una rueda de molino que lastrará al Gobierno Federal.
Las esperanzas de un cierto realismo financiero en el “plan de negocios” largamente esperado se vieron frustradas. Las fantasías obradoristas están ya en blanco y negro en un documento al que los mercados no dan credibilidad. Es la hoja de ruta que traza el camino a un despeñadero.
El gobierno actual recibió un Pemex con finanzas profundamente dañadas, aunque en vías de corrección, sobre todo a partir de 2017. Pero la estrategia implicaba un achicamiento de Pemex, destacadamente en áreas como exploración, producción y refinación.
Para explorar y producir estarían los capitales privados, con las áreas ofrecidas vía las llamadas “rondas”. No solo se ganaba dinero ofreciendo áreas que podían contener petróleo, sino que se cobraba un buen margen de impuestos para aquellos que lo encontraran y extrajeran. Era rentabilizar la riqueza petrolera del Estado mexicano, sin una empresa (problemática) de por medio.
En materia de refinación, la solución era más simple y rápida: reducir drásticamente operaciones. Algunas de las refinerías estaban diseñadas para crudos más ligeros, y además productos secundarios del proceso (como combustóleo y asfalto) tenían bajos precios. Por ello, entre más refinaba Pemex, más dinero perdía. La mejor opción era importar de las muchas refinerías estadounidenses, sobre todo aquellas a lo largo del Golfo de México.

Un sueño tardío
El presidente López Obrador tiene una visión, en 2019, firmemente anclada en 1979: el petróleo como una palanca del desarrollo económico de México; Petróleos Mexicanos como la piedra de apoyo de esa palanca.
José López Portillo se topó con petróleo a raudales gracias al gigantesco yacimiento de Cantarell. López Obrador no lo tiene al alcance (aunque ha dicho públicamente que ojalá se pueda resucitar Cantarell a su antigua gloria), pero espera algo equivalente: aumentar considerablemente la producción de hidrocarburos, al mismo tiempo que se incrementan las reservas petroleras de México, en ambos casos revirtiendo una severa tendencia a la baja.
Si AMLO hubiese ganado la elección presidencial de 2006 (la que se obstina en creer que perdió por un gigantesco fraude en su contra), la estrategia todavía hubiese tenido cierta lógica.
La apertura del sector petrolero era entonces un sueño para aquellos creyentes en el capitalismo y la libertad económica, mientras que el precio internacional del petróleo parecía enfilado a la estratósfera, y la declinación en la producción de crudo mexicano apenas había iniciado un par de años antes. En Venezuela, Hugo Chávez llevaba años petrolizando a su país y embarcado en un gasto expansivo gracias a un precio que no paraba de subir; López Obrador bien podría haber aspirado a lo mismo.
El problema es que el tabasqueño alcanzó su largamente acariciado sueño de ser Presidente de la República 12 años más tarde, en un mundo en que la tecnología del fracking había aumentado en forma notable la oferta. En parte por ello, los precios del petróleo estaban lejos de los niveles alcanzados hasta 2014. Y, claro, el chavismo (continuado por Nicolás Maduro) había demostrado ser un rotundo fracaso económico, solo sostenido políticamente gracias a la deformación de una democracia en grotesca dictadura.

La fantasía de invertir menos y lograr más 
No solo eso, el Estado mexicano había invertido astronómicas cantidades de dinero tratando de reavivar la producción petrolera, que en buena parte se caía por el desplome de Cantarell. No podía hacerlo el sector privado, porque el petróleo sería un monopolio estatal hasta 2014. Exactamente al estado que lo ha regresado al obradorismo. Ni siquiera se tomó la molestia de cambiar las leyes. En papel, la Reforma Energética sigue; en la realidad está enterrada, al menos por este sexenio.
¿Qué plantea el plan de negocios de Pemex? Una serie de metas fantasiosas, considerando que sus objetivos de balance financiero, inversiones y endeudamiento no cuadran con las correspondientes a exploración, producción y refinación. Con respecto a sus finanzas, establece que la empresa perderá cada vez menos dinero, y regresará a los números negros a partir de 2021, ya encarrilada en una senda que le llevará a ganar cantidades cada vez mayores durante casi toda la década.



Una empresa ganadora, porque explorará más, encontrará más petróleo, y producirá más que antes. Gracias a ello, las reservas probadas, en declive casi permanente desde fines del siglo XX, empezarán a elevarse a partir de 2019. Una tendencia que parecía imparable a la baja se verá revertida, de acuerdo al plan.

            


El plan de negocios establece que la inversión por parte de Pemex aumentará de manera notable. Esto es cierto, pero solo comparado con el bienio 2017-2018. En años anteriores, particularmente entre 2008 y 2015, el monto de inversión fue extraordinariamente alto, y además poco exitoso.
Para visualizar lo que el gobierno de AMLO aspira lograr en materia de inversión y producción de crudo, basta comparar con los dos sexenios anteriores, en que ya la producción estaba en declive por el desplome de los campos petroleros que conforman Cantarell:
  • Durante los años de Felipe Calderón (2007-12) se invirtieron 118.8 mil millones de dólares (mmdd), y la producción de crudo cayó de 3.26 millones de barriles diarios (mbd) en 2006 a 2.55 millones en 2012, esto es, 708 mil barriles menos.
  • En el sexenio peñista (2013-18) se invirtieron 109.8 mmdd. La producción cayó de 2.55 mbd en 2012 a 1.81 mbd en 2018, esto es, 735 mil barriles menos.
  • La administración obradorista (2019-24) planea invertir 104.3 mmdd, y que la producción aumente de 1.81 mbd en 2018 a 2.70 mbd en 2024, esto es, 884 mil barriles más.


Hay dos elementos adicionales a considerar que establece el plan de negocios de Pemex: la inversión se realizaría sin incurrir en endeudamiento adicional, de hecho, reduciendo la deuda en algunos años, y además aumentando considerablemente la inversión en refinación, destacadamente en la nueva refinería de Dos Bocas, Tabasco.
Esto es, un Pemex que pasa en pocos años (los del sexenio) de perder a ganar dinero, invirtiendo menos que antes, pero explorando más, acumulando reservas en lugar de perderlas, produciendo más y refinando más (incluyendo la construcción de una nueva refinería), todo sin endeudamiento nuevo y con inyecciones de capital relativamente pequeñas por parte de la Secretaría de Hacienda. El círculo no cuadra.

Escenario “ángel caído”
Por eso nadie le cree al “plan de negocios”. Lo que se espera que ocurra relativamente pronto es la reducción de calificación por parte de la calificadora Moody’s, llevando los bonos de Pemex a “grado basura”, un nivel en el que ya se encuentran por parte de Fitch Ratings. Con dos calificaciones “basura” en lugar de grado de inversión se pasa a ser lo que se conoce como “ángel caído”, esto es, una empresa antes bien vista como inversión y que pierde esa posición.




Al cierre del año 2018, Pemex había emitido bonos por 80,134 millones de dólares. La empresa tiene la dudosa distinción de ser la petrolera más endeudada del mundo. Por ello, Pemex se convertiría de la noche a la mañana en el “ángel caído” más grande de la historia. El que tiene actualmente esa dudosa distinción es otra petrolera estatal, Petrobras. Pero la empresa brasileña tenía 42 mil millones de dólares en bonos, cantidad que casi duplica Pemex.
Por sus reglas de operación, muchos fondos (de inversión, pensiones, soberanos) no pueden tener entre sus activos a deuda clasificada como “basura”. Se estima que la venta de los bonos de Pemex podría alcanzar los 16 mil millones de dólares. El precio de dichos bonos se hundiría, mientras que el rendimiento crecería en dirección opuesta (en ambos casos por el mayor riesgo).
El golpe a la confianza en el gobierno (y por supuesto al peso) sería mayúsculo. Y la incógnita sería qué ocurrirá con la deuda del gobierno federal, que podría sufrir de un “efecto contagio”. Ello podría llevar a una abrupta crisis de deuda, como ocurrió en 1982 y 1995.
Si estalla una crisis, una de las semillas habría sido el plan de negocios de Pemex. Esto es, irónicamente, la fantasía de la “soberanía energética”.

@econokafka

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