El análisis del Presidente López Obrador del crecimiento económico tiene toda la profundidad de un charco tras una lluvia rala.
Con el aplomo que da la ignorancia mezclada con arrogancia, Andrés Manuel López Obrador fijó recientemente una meta de crecimiento económico para este año.
Desdeñó la reducción anunciada por Bank of America, de 2.0 por ciento a 1.0 por ciento. Soltó una de sus famosas frases: “tengo otros datos”. Con la soltura del tahúr que trae mano ganadora, dobló la cifra como si fuera apuesta. Aconsejó cuidado a aquellos que hacen pronósticos, para no quedar desprestigiados, mientras campechanamente presentaba el suyo.
Eso apenas la semana pasada. Este martes el Presidente regresó al tema. El Fondo Monetario Internacional redujo la expectativa de crecimiento del país también de manera significativa, aunque no tanto: de 2.5 por ciento (pronóstico de octubre pasado) a 2.1 por ciento.
Uno pensaría que sería de su agrado, puesto que de hecho coincidía con lo expresado anteriormente. Tampoco fue el caso. Dijo que “los vamos a sorprender, va a crecer más la economía, va a fallar su pronóstico, lo digo de manera respetuosa”. Al parecer la única manera de complacerlo sería si una institución aumenta el crecimiento esperado.
El último Presidente en obcecarse en sus propios números fue José López Portillo. Casi despide a Jesús Silva Herzog como titular de Hacienda y Crédito Público cuando este mencionó una cifra de crecimiento inferior a la que el Presidente había establecido.
Al Director General del Banco de México (entonces carente de autonomía), Gustavo Romero Kolbeck, le dictaba las cifras de inflación, por supuesto inferiores a las mediciones que este le presentaba. No era “la hora que usted diga, Señor Presidente”, pero sí (mucho peor) “la inflación que usted diga”. Terminó su sexenio en crisis y buscó presentar como chivos expiatorios a los banqueros, a los que nacionalizó.
El presidente López Obrador sustenta sus pronósticos con hechos simples y fantasías complejas. Por un lado, el peso se ha apreciado frente al dólar, lo que interpreta como una señal de confianza. Lo es, como los desplomes cambiarios después de decisiones suyas (destacadamente la cancelación del NAIM) evidenciaron lo contrario. Pero un movimiento de corto plazo es al parecer suficiente para proclamar que esa golondrina sí hará un largo verano.
El presidente López Obrador sustenta sus pronósticos con hechos simples y fantasías complejas
La fantasía compleja gira en torno a la corrupción. El Presidente proclamó, como si nada, que como no habría corrupción en su administración, entonces habría más crecimiento. Lo peculiar es que sí tiene razón en un sentido teórico: instituciones fuertes implican menor corrupción, lo que impulsa la inversión y el crecimiento de largo plazo. La construcción de esas instituciones toma tiempo, y su impacto es importante, aunque paulatino.
AMLO, en cambio, sigue la senda mesiánica que le caracteriza en otros ámbitos. Como no habrá corrupción (porque él así lo ha establecido con su ejemplo), entonces ese lastre se desvanecerá como la niebla cuando la atraviesa el sol. ¿Cómo no va a crecer más México?
De paso obtiene más dinero para gastar en sus proyectos e improvisaciones, como adquirir y operar 571 pipas para transportar gasolina con un costo de 85 millones de dólares (sin concurso alguno, puesto que su gobierno no es corrupto).
No habrá construcción de instituciones fuertes, sino en todo caso su perversión o desmantelamiento. Por ello, no puede esperarse un mayor crecimiento, sino lo contrario. Crisis coyunturales (y auto infligidas), como el desabasto de gasolina, pueden impactar crecimiento e inflación de corto plazo.
El análisis obradorista del crecimiento tiene, pues, toda la profundidad de un charco tras una lluvia rala. Bank of America, de hecho, en parte recortó el pronóstico de crecimiento pues espera también menor dinamismo en la economía de Estados Unidos. Si realmente se respeta el presupuesto recién aprobado, ello implica un apretón fiscal. A ello se debe agregar el apretón monetario del Banco de México. La reducción por parte del FMI se explica porque espera menor inversión privada.
Ciertamente, el gobierno actual no despierta confianza entre inversionistas, como mostró el desastroso “roadshow” que hizo Pemex en Nueva York. Una administración de aficionados plenos de arrogancia causa incertidumbre, pero hay muchos elementos adicionales que explican las menores expectativas de crecimiento.
Pero, como tantas veces, AMLO interpreta análisis técnicos como una afrenta personal. Así le fue al país con López Portillo, así le puede ir con López Obrador.
@econokafka
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