Andrés Manuel López Obrador busca ser un presidente histórico. Sin modestia ve su sexenio tan transformacional como las etapas de Independencia, Reforma y Revolución. Pero su afán de conducir la nación viendo el espejo retrovisor se ha estrellado con un mundo económicamente integrado y tecnológicamente avanzado. Su insistencia en la soberanía (alimentaria, energética) suena exactamente como lo que es: setentera, pero no de 2070, sino de 1970.
Ahora AMLO tropieza en el exterior. El mundo en el que creció (cumplía 36 años cuando cayó el Muro de Berlín) ya no existe. Uno de sus héroes, Lázaro Cárdenas, rompió su tradicional silencio para condenar la invasión a Cuba por la administración Kennedy en 1961 (el presidente era López Mateos). Era la defensa de un régimen todavía nuevo, el castrista, y de un sistema económico que se veía viable, el comunismo. Un mundo en que México gustaba mostrarse alejado tanto de Estados Unidos como de la URSS, esto es, 'no alineado', al tiempo que proclamaba la “no intervención” y el respeto a la “autodeterminación de los pueblos” como principios de política exterior.
El régimen dictatorial de Nicolás Maduro no tiene defensa. La destrucción de la democracia venezolana por el régimen chavista-madurista no es tema de discusión. Una economía sumida en depresión e hiperinflación tampoco permite apoyar la política económica. La elección que permitió a Maduro permanecer en el poder fue tan democrática como las consultas obradoristas sobre el aeropuerto o las propuestas de programas públicos. No reflejan la “autodeterminación del pueblo”.
Qué motiva la simpatía obradorista por el indefendible régimen es un misterio. Maduro no es un joven Fidel Castro, y menos Venezuela es la Cuba de hace casi 60 años. México hoy se coloca al lado de regímenes que han evolucionado bajo sus líderes a ser claramente autoritarios (Rusia con Putin, Turquía con Erdogan, Bolivia con Evo Morales) y que siguen reconociendo a Maduro como presidente. O quizá hay una fobia por los Estados Unidos, y que su gobierno haya desconocido a Maduro impulsa a llevar la contraria. Lo malo es que por ello México también se opone a muchas democracias latinoamericanas. AMLO ha colocado al país en la porra de los autócratas.
Quizá buscando emular a sus héroes, López Obrador se coloca en el lado equivocado de la historia. El comunismo fue desacreditado como alternativa económica, y muchos regímenes autoritarios o dictadoras militares (basta recordar tantas naciones del Cono Sur) también acabaron en el descrédito. Elecciones democráticas llegaron para quedarse, y los derechos humanos se convirtieron en un tema central.
Como en la economía, la política exterior lopezobradorista muestra el imperativo de entender el presente, y sus lecciones, antes de glorificar y emular el pasado. Otra posible explicación, más preocupante, no es una imitación histórica, sino que pocos defienden a dictadores como aquellos que aspiran a ser uno.
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