Mensaje dado el 1 de diciembre en la Plaza de la República, Ciudad de México, durante la manifestación ciudadana por el primer año de gobierno.
* El primero de diciembre fue un honor ser orador durante la manifestación ciudadana realizada en la Ciudad de México, al lado de Alejandra Morán, Beatriz Pagés, Ciro Mayén, Adrián LeBarón, Julián LeBarón y miles de ciudadanos. Agradezco a Arena Pública la oportunidad de compartir lo expresado.
México cumple un año de un gobierno que miente, roba y traiciona. Somos un pueblo agraviado. Por eso estamos hoy, de nuevo, en numerosas calles y plazas de este país. Los mexicanos no entregamos el poder a un demócrata, sino a un demagogo autoritario. La máscara que por años utilizó ya no le hace falta para disfrazar su intención de destruir la democracia mexicana.México cumple un año de un gobierno que miente, roba y traiciona. Somos un pueblo agraviado. Por eso estamos hoy, de nuevo, en numerosas calles y plazas de este país. Los mexicanos no entregamos el poder a un demócrata, sino a un demagogo autoritario. La máscara que por años utilizó ya no le hace falta para disfrazar su intención de destruir la democracia mexicana.
El presentarse como un demócrata fue una mentira sostenida por largo tiempo, una traición a millones de sus votantes. Sabemos que muchos, incluyendo algunos hoy aquí presentes, votaron por él con la ilusión de un cambio. Muchos creyeron en sus numerosas promesas, a pesar de lo fantasiosas que eran. Aquellos que clamaban por un cambio no pensaron que siempre se puede estar peor.
Podemos estar seguros que pocos compatriotas ofrecieron su apoyo, su voto, queriendo ver el desmantelamiento de una democracia que tomó muchos años y más sangre construir. Algunas instituciones ya fueron cooptadas por medio de nombramientos, otras se han rendido ante el poder. Para aquellas que están resistiendo, se está buscando ahorcarlas por la vía presupuestal, o forzar renuncias cambiando las leyes. El demagogo autoritario está enfocado en destruir todo contrapeso que lo pueda obstaculizar.
Para muchos de ustedes, esta pesadilla autoritaria es nueva. Para muchos de nosotros, es algo ya vivido y que pensábamos enterrado. Hemos retrocedido décadas, y estamos de vuelta en la era de un Emperador omnipotente con un partido político a su servicio y mayoría legislativa aplastante.
El demagogo autoritario creció con ese sistema y fue entusiasta miembro del mismo. Ahora lo está recreando. Tenemos una certeza: esta película ya la vimos, y termina muy mal. Las secuelas no suelen ser buenas, y esta nueva versión del autoritarismo mexicano apesta.
Mintió y traicionó a sus votantes con el discurso del demócrata. Tan bajas, y más crueles, son las mentiras, robo y traición a los más pobres. Se les dijo que, por el bien de todos, ellos irían primero. Han sido, efectivamente, los primeros en ser golpeados por la escasez de medicinas, por la cancelación de tratamientos médicos. Han visto cerrar comedores comunitarios, estancias infantiles y refugios para huir de la violencia doméstica. Muchos no tendrán más remedio que tener a sus hijos bajo el yugo de la CNTE. Ojalá que el demagogo se preocupara tanto por los pobres como lo hace por el petróleo.
En consecuencia, millones de aquellos que carecen de todo quedan a merced de los esquemas clientelares financiados con parte de lo que se les arrebató. Es un gobierno que ama tanto a los pobres que así busca mantenerlos, elogiando su miseria como reflejo de una vida dura pero plena de honradez y dignidad.
En cambio, los que buscan prosperar, aquellos que han logrado acumular algo por medio de su esfuerzo y méritos, son fifís, sospechosos de ser abusivos o corruptos. Dividir y confrontar es lo natural para el gran Polarizador de la República, una persona que es incapaz de gobernar para todos. Venció dividiendo, no concibe gobernar sumando.
Pero el demagogo autoritario no es solo un mentiroso, ladrón y traidor. Además, por desgracia para todos, es soberbio e inepto. Un mesiánico económico que considera que gobernar es sencillo y que genuinamente cree que sus ocurrencias traerán mayor bienestar a los mexicanos.
El resultado de esas ocurrencias está a la vista: un desplome en la inversión y en la creación de empleo, la contracción masiva de las importaciones y, sobre todo, el desplome del crecimiento. Para el año 2019 el Banco de México ya pronostica que la economía crecerá exactamente 0.0%. El eterno crítico del crecimiento neoliberal ahora se escabulle de las cifras que muestran su ineptitud, y dice que el crecimiento no es importante.
Ninguno de nosotros deseamos que le vaya mal a México, tampoco aquellos que en este momento se congregan en el Zócalo. Todos queremos que le vaya bien. Pero le está yendo mal y le irá peor. Debemos estar preparados. Al demagogo autoritario no le basta ser un líder político, su mesianismo lo lleva a pensar que será un líder histórico, cabeza de una transformación que inundará los libros de historia. A medida que se acumulen sus errores, no buscará corregir el rumbo, buscará encontrar culpables.
El demagogo autoritario reaccionará con furia a medida que su ineptitud económica y en materia de seguridad siga acumulando pérdida de bienestar y muertos. Porque entonces usará todo su poder para acallar voces, aplastar discrepancias, atacar a los disidentes. Ya no le bastarán las sonrisas socarronas, los apodos o las frases burlonas. Los autoritarios arrinconados siguen su instinto despótico y se convierten en tiranos.
Ante el autoritario de hoy, el posible tirano de mañana, tenemos armas como demócratas y creyentes en la libertad. Por más que quiera, las voces, nuestras voces, no podrán callarse. Las calles no le pertenecen, como hoy lo demostramos, y contamos con las redes sociales. La censura ya no es posible, y los intentos de ejercerla son exhibidos con rapidez.
Las redes mantienen vivo el pasado mientras que muestran el presente. Para aquellos que no lo vivieron, podemos ver a los funcionarios de hoy recibiendo sobornos. Sabemos de los funcionarios de hoy que exigen moches. También nos enteramos de los padres que reclaman la carencia de medicinas, del dolor por los muertos que hoy deberían estar vivos, de aquellos enfermos que deberían estar sanos.
La ineptitud del demagogo autoritario se extiende incluso en otro campo que cree dominar: la historia. Nunca aprendió que la libertad puede ser aplastada, pero solo temporalmente. Los autoritarios, los tiranos, siempre acaban en el basurero de la historia. Hoy nos queda exigir que no sea el destino de este gobierno, no por el o los suyos, no por nosotros, sino por todos.
Que se corrija el rumbo económico, que se respete la división de poderes y a las instituciones, que en el futuro los votos cuenten y se cuenten bien. Nuestra aspiración es sencilla: un gobierno que respete su mandato popular, sus raíces democráticas, que no abdique en su tarea de brindar seguridad a los ciudadanos. Queremos un gobierno que realmente gobierne y que lo haga para todos.
Es falso que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Porque hay aquellos que mienten para ser electos y además traicionan ya en el poder. Lo que los gobiernos nunca obtendrán por parte de los pueblos es complacencia ante mentiras, robos y traiciones.
Cuando un gobierno no cumple y no hace cumplir las leyes, tenemos el derecho de demandar, como parte de esta nación, que lo haga. Hoy, lo hacemos.
* Mensaje del 1 de diciembre en la Plaza de la República, Ciudad de México.
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