Un diagnóstico errado y simplista se vende bien en campaña, multitudes lo aplauden en mítines, cabe en los segundos que ofrece un noticiero, es una frase con punch en un debate. Pero el eterno candidato logró llegar a Palacio Nacional, y su serie de fantasías se convirtió en proyecto de nación. Y con la realidad hemos topado, Andrés.
La ineptitud de Andrés Manuel López Obrador quedó al desnudo el 17 de octubre en Culiacán. No fue la primera vez, aunque por mucho la más notoria (hasta el momento, quedan cinco años de gobierno). Se mostró sin pudor a un Presidente doblegado y superado. La fantasía obradorista era ofrecer dinero mensual a ciertos grupos, así como paz y abrazos a las mafias criminales. Esperaba el colapso de la violencia. Lo que ocurrió fue un brutal aumento.
Culiacán recuerda otra derrota brutal, aunque menos pública: aquella ante los huachicoleros. La fantasía era que cerraba los ductos, ofrecía (también) borrón y cuenta nueva, (igual) un dinero mensual para los 'trabajadores', y listo. Cuando inició el desabasto pretendió reabrir los ductos, y la respuesta fue sabotaje. Evitó una humillación pública abandonando la pelea. El robo de combustible sigue, el Presidente fantasea que casi lo extinguió.
Lo más grave de esos delirios ineptos son las vidas sacrificadas, porque miles están muriendo en tanto el Presidente busca una paz inalcanzable, porque 137 fallecieron en Tlahuelilpan, porque hoy se enferman y mueren de dengue muchos que estarían sanos si no fuese porque se ha cortado el presupuesto para construir (en ese mundo paralelo del inquilino de Palacio Nacional) un sistema de salud que emularía al canadiense o escandinavo.
Las consecuencias serán igualmente graves por esos recursos desperdiciados en elefantes blancos. Cuando la realidad alcance a AMLO, tras años de dispendio presupuestal, miles de millones de dólares habrán sido tirados a la basura. Por un lado, en una refinería que quizá no producirá un solo barril de gasolina en el sexenio, y que perderá dinero cuando lo haga. Lo único seguro que ha aportado hasta el momento Dos Bocas es destrucción de manglares y dudas sobre la viabilidad financiera de Pemex.
Estará además un aeropuerto que no ampliará la capacidad de tránsito de pasajeros para la capital del país, sino que solamente la fragmentará, suponiendo que realmente pueda funcionar como una terminal aérea. Porque uno puede fantasear que los aviones se repelen, pero la realidad es diferente. Finalmente, México contará con un tren turístico que destruyó ecosistemas para transportar turistas subsidiados mientras visitan una de las regiones con mayor pobreza del país.
Dinero, mucho, que se obtuvo a costa de tratamientos de cáncer postergados o cancelados, hambre por comedores comunitarios cerrados, madres expulsadas del mercado laboral ante estancias infantiles clausuradas, mujeres violentadas por la carencia de un refugio, enfermos y muertos por dengue por falta de prevención. Fantasías que requieren de historias reales de terror para concretarse.
Porque AMLO no solo fantasea con el México setentero de su juventud, en que el petróleo parecía la solución a los problemas nacionales, sino con el país de esa década en que los Presidentes tenían un poder digno de reyes absolutos. Lo que nunca aprendió, es que la ineptitud de sus predecesores terminó en desastre. Los gobernantes capaces que construyen a partir de fantasías se convierten en estadistas; los ineptos, en demagogos autoritarios.
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